Después de que me enteré de la cancelación del Maratón el
viernes justo al aterrizar en Nueva York, el ánimo se me fue a los suelos.
Mientras esperábamos el taxi para llegar al hotel, muchos otros corredores
hacían comentarios mayoritariamente en contra de los organizadores y el
infinito enojo y desanimo eran generalizados. Debido a la emergencia, los taxis
del aeropuerto tenían que ser compartidos con al menos 3 pasajeros. A nosotros
(mi esposa y yo), nos tocó con una chica corredora de tal vez 26 o 28 años,
originaria de Londres, pero que tenía ya algún tiempo viviendo en Canadá, y un
hindú barbón con turbante y todo que no pronunció palabra en todo el trayecto.
Mientras íbamos rumbo al hotel del hindú, la inglesita me preguntó el tiempo
que esperaba hacer en el maratón si se hubiera corrido y cuando le dije que mi
objetivo eran 3:25 hrs, se sorprendió muchísimo y me empezó a preguntar cuánta
distancia entrenaba, a qué ritmos, etc. Ella esperaba correr en el rango de las
4:15 horas, y NYCM12 iba a ser su 1er Maratón; se había estado preparando por
más de 10 meses para esta carrera. Por supuesto que estaba sumamente enojada
por la cancelación y cuando la plática tocó ese tema, los ojos se le llenaron
de lágrimas.
Llegamos al hotel y nos instalamos pero por la hora, ya no
alcancé a ir a la Expo el mismo viernes, a pesar de que el comentario de todos
los corredores que veníamos en el vuelo fue que de inmediato fuéramos, para ver
que noticias de primera mano tenían ahí. Al poco rato recibí una llamada de un
amigo de SLP, diciéndome que nos viéramos al día siguiente a la entrada de
Central Park para correr unos 10 kilómetros.
Muy temprano el sábado, me encontré con mi amigo en Central
Park, como habíamos acordado el día anterior. El ánimo seguía de la patada y
para acabarla de amolar, me doy cuenta que se me había olvidado mi cámara. Le
pregunto a mi amigo “trajiste tu cámara y me contesta: chin… se me olvidó” O
sea, mal y de malas; empezamos a trotar unos 2 kilómetros por la periferia del
parque, como calentamiento previo y entonces empezamos a meter candela, a ritmo
muy fuerte para nosotros; no había tantos corredores ese día y mi amigo y yo
íbamos corriendo a muy buen paso, tratando de sostenerlo en las subidas de Central
Park, que no son para nada peritas en dulce, a pesar de que NY está,
obviamente, a nivel del mar. Terminamos en 33:36 los 8 kilómetros después del
calentamiento. La verdad sí me extralimité un poco, pues el ritmo fue demasiado
rápido, sobre todo si esperaba correr larga distancia al día siguiente. Y esa
era la idea: Justo cuando terminamos de correr en la glorietita de Columbus
Circle, a la entrada del parque, estaba un grupo como de unos 30 corredores
mexicanos. Inconfundibles, a pesar de que no había banderas ni nada ese día,
pero con vernos la cara de gañanes, de inmediato nos reconocimos. Además, había
muchas caras conocidas de carreras en México. Nos acercamos y nos dijeron que
al día siguiente se correría el “New York City NO Marathon”. Así lo habían
bautizado. Se darían 1, 2 o 3 vueltas de 10 kilómetros al Parque o los que
quisieran, podrían correr la distancia completa. Cada quién tendría que llevar
su abastecimiento y sería una carrera de convivencia en la que cada corredor o
grupo de corredores decidiría la distancia a recorrer. Desde ese momento yo
decidí que solo correría 30 kilómetros. Le dije a alguno de los corredores “Ni
que estuviera loco para correr los 42”.
Estuvimos ahí en Coumbus Circle con el grupo de mexicanos un
buen rato. De repente llegaban grupos de las más diversas nacionalidades,
chocaban cinco y se iban. Había daneses, franceses, japoneses y de todos los
orígenes que se puedan imaginar, a pesar de que a esa hora del sábado, ya casi
a las 10 de la mañana, no había tanta gente en el parque. El grupo de mexicas
se empezó a retirar, pero yo tenía que esperar a que llegara mi esposa. Cuando
llegó (también sin cámara, para acabarla de fregar), el grupo de Plaza
Maratones que fue el que me vendió el paquete, se retiró en conjunto, cantando
el cielito lindo. Y ahí vamos todo el grupo como de 10 o 15 corredores y
familiares, de regreso a Times Square, cantando el cielito lindo. Después del
golpe anímico del día anterior, con la corrida y el relajo entre los mexicanos,
todos empezamos a ver las cosas con un poco más de optimismo.
Después de un buen baño, me fui a recoger mi paquete a la
Expo. Había bastante gente, pero no demasiada; todo el grandísimo stand de
Asics, que era como mas de una cuarta parte o hasta una tercera parte de la
expo, estaba al 50% de descuento. Todo parecía normal, los corredores
recogiendo su paquete como si al día siguiente se fuera a correr normalmente,
pero sí se sentía un ambiente de desanimo, más callado y reservado que de
costumbre, no como en otros maratones en donde sientes la hormiguita de que al
día siguiente vas a la aventura. Me entregaron invitaciones para correr Dublin, Fukuoka, Toronto y varios maratones más. Todos los que
me iban entregando los folletos de invitación, invariablemente decían “este sí
que no se va a cancelar”. La expo en general no me pareció la octava maravilla.
Muy extensa pero algo congestionada, y en gran medida acaparada por Asics. De
Nike ni sus luces. No vi nada extraordinariamente interesante que no hubiera
visto en otras expos.
El resto del día lo dedicamos a caminar por el centro de la
Ciudad mi esposa y yo. Nos fuimos a comer mariscos (¿y la carga de
carbohidratos, apá?) a un restaurant por la 7ª calle y la 49ª avenida. Me
atasqué de ostras y camarones y de ahí a caminar y caminar. Estuvimos en el
Rockefeller Center, en el Met (museo metropolitano) y anduvimos vagabundeando
por Broadway Avenue. Al final del día, después de una cena ahora sí de pasta,
llegamos finalmente al hotel. La verdad, sí llegué muuuy cansado tanto de la
caminada como de la carrera a todo lo que daba que había hecho en la mañana,
pero como “solamente” iba a correr 30 kilómetros al día siguiente, pues ni me
preocupé. En mi cuarto ya habían deslizado por debajo de la puerta una
invitación oficial de Plaza Maratones para correr al día siguiente a las 9 de
la mañana el New York City NO Marathon en Central Park.
El domingo llegué pasaditas de las 8:00 a Columbus Circle en
Central Park. Ahora sí había más mexicanos y ahora sí, casi todos con sus
playeras alusivas a México o envueltos en banderas a lo Niño Héroe. Si el día
anterior el ambiente era festivo, a pesar de todo, el domingo lo era aún más.
Estábamos junto a un grupo de Daneses que hablaban gritando.
Había nuevamente muchísimos franceses y todos con la misma camiseta, también
había grupos de chilenos, italianos cualquier nacionalidad que se imaginen.
Chinos, españoles, catalanes, indonesios, ecuatorianos, peruanos,
guatemaltecos, brasileños, argentinos, sudafricanos, suizos, venezolanos,
húngaros, alemanes, irlandeses, colombianos, noruegos, dominicanos, etc., etc.,
etc.
A las 9:00 en punto salimos el grupo de mexicanos de
Columbus Circle hacia el circuito interior del parque y empezamos a correr. Al
mismo tiempo, una avalancha humana de (casi) todas las nacionalidades del mundo
hizo lo mismo y en pocos minutos ya íbamos totalmente apretados, medio
trotando, medio corriendo, medio caminando, por tantísima gente tratando al
mismo tiempo de avanzar. Pocas carreras o NO carreras he visto con tanta gente,
así que fue sumamente sorprendente ver a tantos miles de corredores reunidos
espontáneamente en Central Park. Al día siguiente,
en las noticias hablaban de que habíamos sido unos 35 mil corredores en Central
Park el domingo. Los mexicanos, como siempre, en bola y echando relajo. Una
bandera mexicana enorme al frente, que algunos corredores se turnaban para
llevar unos cuantos metros cada quién, pues pesaba bastante. Los franceses eran
el contingente más numeroso de todos, sin duda. Un francés se acercó, por
supuesto haciendo gala de su aroma no precisamente a rosas (¡pa’ su mecha!!!) y
pidió llevar la bandera mexicana por un momento, en un buen gesto de
solidaridad. No faltaron los gritos de “aguas, se la va a robar” o “acuérdense
de Puebla, franceses hijos de su %&?#$&”. Poco a poco se fue abriendo
la multitud y fuimos corriendo un poco más cómodos, pero de cualquier forma, no
pasábamos de 5:40 o 5:50 min/km. El flujo de corredores iba en sentido opuesto
a las manecillas del reloj y también en sentido opuesto a la ruta original del
maratón; faltando un medio kilómetro para completar la primera vuelta, llegamos
a la meta y… qué falta de sensibilidad, ¿qué clase de gente organiza este
maratón? Estaba bloqueado el paso por la meta. A los organizadores no se les
ocurrió que sería un buen detalle dejar cruzar la meta a los miles de
corredores que espontáneamente estaban corriendo ese día; bloquearon la meta y
había que dar un pequeño rodeo para salir al otro lado. Una más, cortesía de
los organizadores y su lideresa ¡Qué tipos!.
Muchos corredores dejaron de correr al completar la primera
vuelta y aunque se iban incorporando más corredores, ya en la segunda vuelta ya
era mucho menos gente corriendo. Mucha gente iba corriendo en grupos con los de
su país. Los gritos de apoyo de un contingente a otro se escuchaban a cada
momento y había muchos momentos que hacían que se pusiera la piel chinita y se
me hiciera un nudo en la garganta, tanto por la gente corriendo como por la
gente que observaba y animaba o les daba agua o cualquier otra cosa a los
corredores pero sobre todo, lo que hacía que la emoción se elevara eran los
gritos de apoyo de otros países hacia México y viceversa. Era un ambiente de
camaradería y de solidaridad increíble. Yo llevaba una banderita de México en
el pecho y eso hacía que constantemente me gritaran “Mecsicouuuu” o “viva
México” o “keep going México”, etc., etc. Cada vez que lo escuchaba, los
cachetes y las orejas me ardían de la emoción y el nido en la garganta se
volvía a hacer.
Ya la segunda vuelta sí fue a mi paso de Maratón,
aproximadamente. Completé 20 kilómetros, di media vuelta y empecé a correr la
tercera vuelta en contra del flujo de la mayoría de los corredores, lo que se
podía hacer por el carril de las bicicletas sin tanto problema de ir tropezando
con los corredores que venían en sentido inverso y que eran la inmensa mayoría.
Correr en sentido contrario me dio la oportunidad de observar a muchísima más
gente de muchísimas más nacionalidades y al mismo tiempo, de dar y recibir
gritos de apoyo en varios idiomas.
Inevitablemente, cuando faltaban unos cuántos kilómetros
para completar la 3ª vuelta, empecé a pensar que esos eran los últimos minutos
de mi NO Maratón de Nueva York. Pasó por mi mente hacer una 4ª vuelta para
completar 40 kilómetros, pero la idea de tener que caminar ese día toda la
tarde por Nueva York para seguir turisteando en la ciudad, con el cansancio en
las piernas resultante de esos 40 kilómetros, me hizo cambiar de idea. De
cualquier forma, en esos últimos kilómetros pensaba en todo lo que había
sucedido y culminado ese día. El sueño largamente acariciado de volver a correr
Nueva York, la planeación de todo un año alrededor del evento, la preparación
para la carrera no realizada, las ilusiones de hacer un muy buen tiempo ¿habían
valido la pena? Definitivamente que la experiencia de correr este NO Maratón
fue única e indudablemente será algo que nunca olvidaré. Como no olvidaré
nunca cada uno de los maratones y triatlones que he corrido. Pero la euforia
muchas veces nos engaña y nos hace creer que las cosas son mejor de lo que
realmente fueron. Correr en Nueva York, así fuera un NO maratón, es
extraordinario, pero a pesar de todo, no puedo de dejar de sentir una gran
nostalgia por lo que pudo ser y es inevitable dar paso a la realidad de las
cosas: No correr el maratón fue una gran decepción, tal vez la mayor en mi vida
como corredor; así haya sido maravilloso lo que viví este reciente fin de
semana. Un canadiense me dijo en el aeropuerto mientras esperábamos el vuelo de
regreso: “Puse millas y millas en mis piernas en el NO maratón, pero no fue
suficiente. El coraje y el resentimiento que nos provocó NYCM 2012 solo nos lo
sacudiremos con otro maratón”. Y tiene razón. Por más catártico que haya sido
correr en Central Park, con miles y miles de corredores de todo el mundo, solo
correr otro gran maratón podrá hacerme olvidar lo que no pudo ser: Un gran New
York City Marathon 2012.
No tengo claro si algún día regresaré a correr NY. Aparte de
que nadie tenemos comprado el futuro, no estoy seguro si algún día le perdonaré
a Nueva York no haberme dejado correr su Maratón este domingo. Y no es que sea
rencoroso; es solo que hubo muchas cosas que no me gustaron, principalmente de
parte de los organizadores, y preferiría no volver a pasar por una decepción ni
siquiera parecida. Además, volví a comprobar que la ruta de NY es muy pesada e
ir a USA para no hacer un buen tiempo, creo que no vale la pena. En todo caso,
Chicago tal vez sea mi próxima aventura en Estados Unidos.
Y mientras al mismo tiempo que corría en Central Park mi
mente se ocupaba de pensamientos como los anteriores, llegué al final de la 3ª
vuelta y con ello completé los 30 kilómetros que tenía planeados. El tiempo de
2:31:32 en 30 kilómetros (5:04 Min/Km de promedio), más allá de lo irrelevante
por ser una carrera de convivencia, fue rápido, considerando que los primeros
10 kilómetros los corrí en casi 1 hora. Quiere decir que mi preparación rindió
frutos y de haberse corrido el maratón, muy seguramente habría estado arañando
mi objetivo de bajarle a las 3:25.
Después de finalizar mi NO Marathon, empecé a
buscar y buscar a mi esposa entre el mar de gente, con un frío congelante y
acentuado por la ropa mojada que traía; finalmente la encontré en donde NO
habíamos quedado de encontrarnos. Tomamos muchas fotos, nos fuimos al hotel, me
di un regaderazo caliente y nos fuimos a tomar un tour por el centro de la
ciudad en los autobuses abiertos que dan dicho servicio. Le dimos la vuelta
completa a Manhattan, pasando por todos o casi todos los puntos interesantes o
emblemáticos de la ciudad; después de eso no quedó mucho más tiempo que para
una buena cena de despedida de Nueva York y a hacer maletas para salir muy
temprano el lunes a mediodía de regreso rumbo a México.
Vuelvo a ler tu crónica y me vuelvo a emocionar nomás de imaginar la vibra multiracial que se juntó ese dia de manera espontanea, las calles de Manhatan invitan a enamorarse de la ciudad.
ResponderEliminarMe atrevo a pensar que regresas a correrlo una vez que la reconciliación llegue.