Triatlón Querétaro 16

viernes, 30 de octubre de 2015

IRONMAN LOS CABOS 70.3

En 1974 visité Cabo San Lucas, en la península de Baja California, México, en un viaje de "estudios" con mis compañeros de la Preparatoria. Recuerdo perfectamente que fue en la segunda mitad del mes de Febrero de ese año, pues casualmente celebré mi cumpleaños número 17 en ese pequeño pueblo de pescadores en el que entonces existían hoteles que se podían contar con la mitad de los dedos de una mano. Eran las épocas en las que iniciaba el primer boom turístico en México; y Cabo San Lucas / San José del Cabo (Los Cabos) eran apenas un proyecto del Mega Desarrollo turístico que son ahora.


Más de 40 años después, mi regreso a Los Cabos tiene motivaciones muy diferentes a las de mi visita de los años 70: después de prepararme durante la mayor parte del 2015, voy a correr el IronMan Los Cabos 70.3 millas en este otrora pueblo de pescadores, hoy uno de los más concurridos centros turísticos del país


De mi anterior visita hace cuatro décadas recuerdo de poco a casi nada, pero aún así el lugar es ahora sorprendente. El solo nombre de la competencia ya es espectacular pero este centro turístico lo es más; con infraestructura de primer mundo y plagado de hoteles de lujo de todas las cadenas, colores y sabores. Sorprende, sobre todo, el estado que guarda la impecable infraestructura urbana de San José del Cabo; nadie adivinaría que hace cosa de un año, la ciudad fue gravemente dañada por el paso del huracán Odile.

Me he hecho a la idea de que la competencia no será tan difícil. Sí pues; será difícil, pero no una odisea extrema como se sabe que son este tipo de triatlones IronMan, corridos en climas peligrosamente calurosos y húmedos, así sean de "solamente" 70.3 millas. Y no es que adivine yo el futuro. Es más bien que me he metido a la fuerza en la cabeza la ilusión de que las cosas serán estándar y de que no habrá dramas para mí en esta carrera. Pero las ilusiones son solo eso.

El sábado, la cita con las compañeras de mi club era a las 7:30 de la mañana, en Playa Palmilla, para asistir a la práctica oficial de nado. Un poco con la grúa, pero logré levantar a tiempo de la cama a esposa e hija para llegar puntuales a la cita. El clima, a esa hora de la mañana, como el sol no termina de asomarse por sobre el horizonte, es muy agradable. Típico clima de la costa del Pacífico mexicano (aunque estamos en la costa del Mar de Cortez, pero también a unos cuantos kilómetros del Pacífico), cálido amable, casi fresco, y con una humedad relativa que hacía que la piel se sintiera solo un poquitín pegajosa. Pero al llegar a Palmilla, apareció el primer amago de problemas: el oleaje era muy alto y habría que esperar hasta las 8:30 de la mañana para saber si la Capitanía de Puerto daba visto bueno para la práctica oficial de nado en el mar.


Con el oleaje aún alto, finalmente se autoriza la práctica de nado y a las 8:30 todos, en estampida, enfilamos rumbo a mar adentro. Solo cosa de librar las primeras olas, que no era fácil, para después encontrar aguas más tranquilas, aunque no del todo. Después de los primeros 100 metros de nado y casi 20 litros de agua salada bebida, di la vuelta a la primera boya y regresé a tierra firme. Se podía nadar, pero con algo de incomodidad, por lo "picado" del mar. Repetí la experiencia y volví a entrar al mar, no sin antes sufrir uno o dos revolcones, producto de la agresión de olas demasiado bravas. Después de la práctica de nado y por la endorfina que produjo, todo pinta color de rosa: aunque son 31 grados centígrados los pronosticados, mañana en el IronMan las cosas irán de maravilla. No hay pierde.

Domingo 5:30 de la mañana. La hora de la verdad se acerca. Llegamos a Playa Palmilla, a la Zona de Transición 1, a dejar los arreos para la batalla y las sorpresas siguen siendo buenas: a dos cajones de bici del mío está el del buen amigo Iñaki. Ya hay con quién compartir los nervios y entre plática y plática, suena la sirena y ahí vamos: a zambullirse al Mar de Cortez, que ya inicia la etapa de nado.

De inicio intento mantener cómoda la brazada, a ritmo suave. No me importa perder algunos minutos en el nado; es la etapa más corta y lo poco que se pierda aquí, si en efecto es poco, es una inversión que se capitalizará al final. Pero el esfuerzo sí que no es poco, pues hay que nadar entre bastante tráfico de nadadores y con el mar muy picado. Además, pronto se me olvida la estrategia de ir a ritmo tranquilo y ya voy a buen paso. Después de la primera boya piramidal que marca vuelta a la izquierda, las cosas se complican. El tráfico es intenso y cada que otro nadador me toca o se me repega demasiado, me saca de ritmo y de estilo, pero a final de cuentas ¡Esto es el IronMan! así que me mentalizo para disfrutar nadando en el océano.

Nadando en el mar, para ser más exacto, que para el caso el oleaje es igual (o peor). Los tragos ocasionales pero vastos de agua salada, cuando alguna ondulación del mar me sorprende, superan el par.  Pero aún así, disfruto como enano de la parte más hermosa del triatlón: el nado en el mar. Me siento fuerte, pero después de la última vuelta a la izquierda, se me hacen eternos los cientos de metros finales. Piso tierra y salgo del agua en un tiempo final de 46:01 en los 1900 oficiales metros del tramo de nado, que es 2 o 3 minutos más de lo que para mí sería excelente. El Garmin registra casi 2.1 km. nadados, en parte por las imprecisiones de la señal del GPS en el agua, pero en parte también por la un poco errática trayectoria en el tramo de natación. Llego al cajón por mi bici y en el cajón vecino todavía está la de Iñaki. Monto mi Kestrel Talon 2014 y doy los primeros pedalazos de la subida inicial rumbo a la autopista a San Lucas.



La ruta de 90 km. de ciclismo corre en gran parte por la autopista hacia Cabo San Lucas, de ida y vuelta. En esta sección se va costeando todo el tiempo, pero con subidas prolongadas y empinadas que después descienden rápidamente. En las subidas, trato de pedalear a un ritmo que no me lleve más allá del 80% de mis pulsaciones máximas y trato de aprovechar las bajadas para recuperar el tiempo perdido. La posición sobre las aerobarras se siente cómoda, por lo menos la primera hora o algo así, y me ayuda a dejarme ir a toda velocidad cuando la pendiente es a favor. El pavimento está en general muy bien y solo algunas cerámicas o boyas representan algún riesgo, pero me siento muy confiado yendo a toda velocidad en las bajadas, que de reojo alcanzo a checar en el Garmin a niveles de hasta 60 km/hr. Por lo visto, las 2 caídas que he tenido en los entrenamientos de los últimos meses no me han escarmentado. Pero las subidas cada vez van desgastando las energías y lo que se gana en las bajadas se pierde con creces en los prolongados ascensos. Hasta el retorno en San Lucas, que marca más o menos los primeros 30 kilómetros de la ruta, logro mantener el ritmo objetivo, pero en el regreso poco a poco voy perdiendo segundos y el promedio va paulatinamente tendiendo más hacia los 29 que hacia los 30 km/hr. planeados.


No hay mucha oportunidad de disfrutar de las vistas hacia la playa. Hay que ir muy atento al camino, pero aún así, cuando baja la velocidad en las subidas se puede echar un vistazo al entorno espectacular de esta zona de la Península de Baja California y el Mar de Cortez.

El clima se siente seco, lo que ayuda a que los 31 grados de temperatura no me desgasten tanto, por lo menos en el tramo de ciclismo. Voy bebiendo un trago grande de Gatorade cada 10 o 15 minutos y al completar el regreso de San Lucas he consumido ya 3 bolsitas de gel. Pero los kilómetros de subida esos sí que desgastan. Y falta lo más difícil: después de más o menos 2 horas de pedaleo, llegamos a San José del Cabo, abandonamos la costa y enfilamos rumbo al aeropuerto. Hay que trepar la pendiente más difícil, de aproximadamente 8 kilómetros de longitud, en donde todo mundo vamos a vuelta de rueda, luchando contra la fuerza de gravedad. De pronto viene la bajada, pero se acaba rápido y otra vez a trepar y así sucesivamente hasta que finalmente se llega al retorno hacia San José. Un compañero competidor finlandés cae justo en la vuelta, un par de metros adelante de mí. Me detengo a auxiliar, pero él se levanta rápidamente, dice "I'm good, I'm good" y se monta de nuevo. Ya en el regreso las subidas son un poco menos prolongadas y como todo lo que sube en algún momento tiene que bajar, descendemos en el tramo final a velocidades cercanas a los 60 km/hr.


Unos metros antes de llegar a la Zona de Transición 2, veo a mi hija Sarah y mi esposa Ruth y los gritos de aliento que me lanzan me suenan a gloria. Levanto el puño derecho en señal de que me siento de maravilla. Por dentro, tal vez no sean tanto así como maravillosas las condiciones físicas, pero las sensaciones, la gigantesca euforia y el gozo masoquista definitivamente sí. ¡Que no se acabe nunca el Ironman!. Termino la etapa de ciclismo y registro 3:14:06 en la misma. Entrego la bici al voluntario, tomo mi bolsa con mis cosas de correr, bebo media botella de 600 ml. de agua, tomo una cápsula de sal, me como otra bolsa de gel Hüma sabor mango, una Gu Chomp de cereza y me preparo lo más rápido que puedo para salir a correr con las piernas solo un poco engarrotadas, pero la incomodidad pasa rápido y pronto voy corriendo normal.


La ruta de 21 kilómetros de carrera a pie tiene dos partes claramente definidas: la sección plana, más allá del puente, y la sección ondulada, que parece que no hace daño pero que de a poquito en poquito nos sabotea las piernas sin que nos demos cuenta. Es el kilómetro 1, con su ascenso a la parte más alta de toda la carrera. Piernas y cuerpo ya entendieron que hay que cambiar de pedalear a correr y el ritmo ya se estabilizó. Kilómetro 2: Saritah y Ruth me animan con porras y gritos de ánimo. La euforia me sigue invadiendo sin control y pienso que sin ninguna duda los 21 kilómetros de carrera serán un éxito, pues me siento muy bien.


Estoy fuerte. El calor se siente, pero no me frena. El Garmin chilla marcando el kilómetro 2, checo tiempo y el parcial de 4' 52'' que marca el reloj para el segundo kilómetro me pone aún más eufórico. No siento que vaya quemando energía de más, pues el ritmo se siente natural. Entramos al larguísimo puente y al subir siento el primer aviso de calambres en ambas piernas. ¿Es solo falsa alarma? definitivamente, pues todo volvió pronto a la normalidad. Busco mis pastillas de sal en la bolsa de mi jersey y no hay más. El agua y el sudor las convirtieron en una masa indefinida. El kilómetro 3 sale en 5' 12'' pero no hay problema pues pienso que la subida del puente me frenó y subió poquitín mi tiempo del 3er. kilómetro. Tengo que hacer una parada categoría 1 y por más rápido que la hago, pierdo tal vez medio minuto y el kilómetro 4 sale en 5' 40''. Aún me siento fuerte y el calor sigue sin preocuparme, aunque se siente feroz.


Primero siento un tirón en la pantorrilla izquierda, que pasa de inmediato, pero unos segundos después siento el calambre doloroso en la parte posterior de la otra pierna, abajo de la rodilla. No hay forma de no parar. Estiro, me doy masaje estando de pie, pues siento que si me siento ya no podré levantarme. Finalmente logro sobreponerme al calambre, pero el daño ya estaba hecho. Al reanudar la carrera, si trataba de correr a mi ritmo normal, a los pocos segundos sentía el aviso de que ahí venía el puto Don Calambres a joder. Y tenía que parar a caminar un poco para ahuyentarlo.

Antes de subir el puente de regreso en la primer vuelta, veo a Iñaki corriendo muy bien y en sentido opuesto. Intercambiamos gritos de ánimo; le llevo tal vez 3 kilómetros, pero dadas mis condiciones pienso que es inminente que me de alcance. Y así continúo, medio trotando y medio caminando cada vez que los calambres me atacan como los tiburones al gran pez de Hemingway en  "El Viejo y el Mar". Ya no solo es la pierna derecha sino ambas. En cada puesto de abastecimiento me baño con agua helada, lo que supongo que al final contribuyó un poco a que los calambres no me detuvieran por completo.

Un poco milagrosamente, pero logro avanzar en la segunda vuelta. Bajo del puente y faltan solo 3 kilómetros para terminar. Me animan al paso mi esposa e hija y trato, de una vez por todas, de sacudirme las calamidades y trotar a paso un poco más normal. Y lo logro, pero solo por unos cientos de metros. La pantorrilla derecha se vuelve a paralizar e intento agacharme para jalar la punta del pie, solo para que Don Calambres se ensañe también con la pantorrilla izquierda. Trato de caminar dos pasos de reversa hacia la acera para sentarme, se me traba no sé si el pie, la pierna o qué y allá voy de nalgas al suelo.

Como puedo, después de un par de minutos, vuelvo a la carrera.

Falta menos de un kilómetro. Iñaki me rebasa y corre tendido a la Meta. Se oye ya claramente al que anuncia los nombres de los competidores que van terminando. Escucho mi nombre ya casi para llegar a Meta y siento un poco de tristeza de que todo esté por finalizar. Cruzo la Meta con los brazos en alto.


Al tiempo que checo en mi Garmin mi tiempo final de 7:10:42, que es casi 1 hora y media más del tiempo objetivo, tomo una rebanada de pizza y un plátano y empiezo a pensar mientras como, ardido, que esto no se va a quedar así. Quiero revancha y tiene que ser cuanto antes. IronMan Monterrey tendrá que pagarme los platos rotos.

viernes, 24 de julio de 2015

Garmin a Punto de Morir

Inmediatamente después de terminar mi corrida AmansaLocos de 30 kilómetros del pasado domingo, mi veterano Garmin Forerunner 310 XT empezó a fallar.
Primero se quedó pasmado, como si el pobrecito estuviera sufriendo un ataque cataléptico. Estuve casi media hora tratando de reanimarlo. No me importó nada; ni siquiera pude enfriar adecuadamente, ya no se diga estirar. Bueno, con decirles que ni ganas de rehidratarme me daban. Estuve intentando todas las maniobras de resucitación que he escuchado o leído que son útiles en estos casos y... nada. Mi pequeño "hijo de mi alma" no reaccionaba.

Con lágrimas contenidas en los ojos manejé hasta mi casa, pensando en todas las alternativas posibles que tenía delante de mí.

Con el alma partida en dos, conecté mi queridísimo Forrestrunner a la computadora, pensando que tal vez (tal vez) la respiración de USB a USB hiciera el milagro. Mientras hacía tal, un poco de calma y resignación llegó a mi mente y, sin mucho aspaviento empecé a checar la página de Garmin. Le di una buena revisada al nuevo Garmin Forerunner 920XT... https://buy.garmin.com/en-US/US/into-sp ... 37024.HTML

Maravilloso. Realmente maravilloso. Bonito, funcional, tiene todo, en pocas palabras.

Entonces, un pensamiento deleznable me invadió. ¿Y si desconecto definitivamente el Forrestrunner y de una vez (de una buena vez) pido el Forerunner 920XT? De inmediato, los remordimientos y el sentimiento de culpa me invadieron y logré reaccionar a tiempo. Me detuve y pensé: Mi hijo del alma no se merece esta traición y que lo abandone en momentos tan, pero tan difíciles.
Escuché vagamente gritos de "se te va a enfriar el desayuno", pero eso había sido tal vez unos 30 minutos atrás. De cualquier forma, me dirigí cabizbajo al antecomedor. El plato con los religiosos huevitos rancheros dominicales, mostraba signos de frialdad. El vaso de proteína sabor fresa me supo más a medicina que nunca, pero me lo pasé de un jalón, al tiempo que empezaba a degustar los huevos rancheros, el jamón (frito pero con muy poquito aceite) y los frijoles negros (las tres cosas ya heladas).
 
Y entonces, el diablo empezó nuevamente a hacer travesuras en mi mente. Pensé que podría organizar una "Blitzkrieg cibernética" y pedir de inmediato el 920XT. "Lo haré. Está decidido. Además, los huevos rancheros están fríos". Pensé que tenía el pretexto perfecto. Diría algo como "Lo sé, lo sé, ha sido un error y hasta un pecado, una ofensa a la memoria de mi hijo del alma, pero estaba deprimido. Era pedir el 920 o morir en el infierno de la depresión y el sufrimiento". Seguramente el regaño de la progenitora de mis hijos (de mis otros 3), sería leve, sumamente leve.

Y antes de que me fuera a arrepentir, me levanté de la mesa y (casi) corrí hasta la computadora. Si lo ordeno ahorita mismo, ya no habrá marcha atrás. Si me hago pendejo y lo pospongo, en una de esas cambio de idea. O que tal si el Forrestrunner 310XT resucita?. ¡No! Lo pido ya.

Llegué a la computadora. Ya estaba dormidita, con la pantalla negra, como homenajeando en sus últimos momentos a mi hijo del alma. La desperté y...

Hijo de tu p... mi alma: ¡reviviste!

Estos Garmin tienen más vidas que un gato. Malandrines Garmin, no hay forma de deshacerse de ellos. Ni modo, 920XT, habrá que esperar un poco más.

martes, 23 de junio de 2015

Triatlón San Gil 70.3 millas. La Crónica...

Desde mucho antes de la salida me sentía nervioso; hay pocas cosas nuevas que uno puede hacer a mi edad y ante mi tenía, justamente, el reto nuevo y nada fácil para mí, de hacer un triatlón de media distancia (1.9, 90, 21.1 Km) en alrededor de 6 horas. Y por si esto fuera poco, me había impuesto la obligación de entrar en los primeros 3 lugares de mi categoría. Mis compañeros triatletas del CEENME y del SportCity me decían que yo podía, en un día perfecto, terminar en un lujoso 5:30 horas. ¡Y yo me la creí!. Tenía mis íntimas dudas, por supuesto, pero estaba casi convencido de que si no un 5:30, algo cercano al 5:45 sí era perfectamente posible. Y si lo hacía, el podio venía en paquete.


No había nadado ni 300 metros cuando ya me sentía desesperado. Soplaba una brisita que ondulaba la superficie del estanque y no dejaba ver casi nada. Una pausita, con el pretexto de acomodarme bien los gogles, no le iba a agregar más de 15 o 20 segundos a mi tiempo. La realidad fue que esa pequeña pausa se repitió no se cuantas veces: dejaba de nadar y trataba de ubicar mi posición en el trayecto, sin lograrlo. Escasamente veía la margen de la laguna y a lo lejos, lejísimos, veía la siguiente boya. Por increíble que parezca, en la primera mitad del nado nunca pensé en enfocarme ni en calmarme; me dejé llevar por la presión y los nervios, inconscientemente.
En algún momento sentí el intenso deseo de acercarme a la orilla, cuando la ruta lo permitiera, para tratar de poner pie al fondo aunque fuera por un momento, pero logré contenerme. En la enésima pausa, se me ocurrió ver el reloj y me enteré de que ya llevaba nadados casi 1,000 metros. Fue como el toque de una varita mágica. La desesperación y nervios empezaron a irse; conscientemente traté de enfocarme y lo logré; automáticamente empecé a avanzar mucho mejor y más rápido y no volví a detenerme. De todos modos, el daño ya estaba hecho y terminé el tramo de nado en más de 13 minutos por encima del objetivo.


Cuando llegué a la zona de transición, el tramo de mi categoría ya estaba prácticamente vacío de bicicletas . El voluntario me entregó mi bolsa de T1, me cambié rápido y monté en la bicicleta. No había transcurrido ni un kilómetro, cuando un competidor me rebasó en la curva de bajada que hay en el puente de salida, solo para ir a estrellarse con un poste de alumbrado unos metros más adelante. Lo alcancé a ver como levantaba la cabeza con la mirada perdida. Supongo que se golpeó muy fuerte, espero que esté bien.

A partir del kilómetro 10 de la ruta ciclista empezó el Rock and Roll. La subida, primero gentil, después en columpios interminables y, después de la desviación a Huimilpan casi constante y empinada, empezó a cobrar factura en los más débiles. Empecé a rebasar a algunos corredores de mi categoría, pero la ruta es perrísima y en algunos tramos la velocidad no llegaba a los 13 o 14 km/hr. Al terminar las subidas del columpio en turno, se avanzaba muy rápido; llegué a registrar velocidades cercanas a los 60 Km/hr. El pavimento está, en unos dos tercios de su longitud, en buenas o muy buenas condiciones, pero hay algunos otros tramos muy cacarizos o incluso con baches, que hacían la bajada peligrosa, razón por la cual no se podía uno dejar ir y tenías que ir aplicando freno para controlar un poco la velocidad. Después de regresar de la desviación, continuamos hacia Amealco, con otra subida espectacular. Por supuesto que nada comparable a las escaladas que uno ve en la televisión en las transmisiones del Tour de France, pero yo las veía mucho más empinadas. Y las piernas estaban de acuerdo. Era muy difícil mantener un ritmo constante y cuando el columpio terminaba, el descanso era brevísimo, solo para continuar con otro aún más empinado.


Por fin llegó el retorno en el kilómetro 55 y a partir de ahí todo fue emoción a mil por hora. No tanto así llegaba la velocidad, pero el pavimento bueno y la pendiente negativa favorecían las altísimas velocidades y como la carretera estaba cerrada 100% al tráfico, teníamos el camino abierto de brazos para correr. Más de la mitad de los kilómetros restantes fueron de bajada y el resto casi plano, por lo que había que ir atentísimo al camino para no parpadear ni cometer ninguna tontería. La emoción de la velocidad, repito, se iba al tope; el ruido del viento contra el casco se escuchaba espectacular. Fue la porción más emocionante y bonita de toda la carrera. Una experiencia difícil de igualar en ninguna otra ruta, por las características de ésta y sobre todo, por la seguridad que da el saber que no hay absolutamente ningún otro vehículo más que bicicletas y alguna que otra motocicleta en la ruta. Simplemente espectacular.

Desde antes del retorno en el kilómetro 55, se empezó a sentir el rigor de la ruta en las piernas y aunque venía siguiendo al pie de la letra el plan de hidratación y alimentación a base de Gatorade, Gel Gu y Gu Chomps, empecé a sentir algo de pesadez en las extremidades. A pesar de eso, me sentí en general fuerte en el tramo de ciclismo, pero definitivamente el régimen de entrenamiento que seguí, a base de sesiones de circuito prácticamente plano, no es lo mejor para esta ruta.


Al salir a correr, no sentí nada extraño en las piernas. Esa sí fue una excelente señal. La sensación de que las piernas van por el lado y al ritmo que ellas quieren mientras que tú intentas algo totalmente diferente, no apareció. Me sentí de maravilla, pero me asusté. El primer vistazo al Garmin me reveló un ritmo de 4:45 min/km, pero el calor y el solazo ya estaban sintiéndose, así que pensé que más valía trote que dure y ajusté el paso a 5:00. El pavimento de adoquín es muy incómodo y agresivo; yo había decidido correr con los Asics GEL Noosa, en lugar de los Nike Structure. ¡Error, marcó la pizarra!. Muy pronto me empezó a doler la bola del pie derecho (la zona junto al dedo gordo), pero afortunadamente nunca progresó la molestia hasta grados que impidieran correr correctamente.

Hasta el kilómetro 5 o 6 el ritmo se mantuvo parejito en el vecindario de los 5:00 min/km, pero a partir de la recta interminable en la zona que le llaman el "Triángulo de las Bermudas", poco a poco el ritmo se fue a los 5:30, casi sin sentir. Un poco desorientado por el circuito tan tortuoso, me sorprendió un poco que de pronto estaba ya en el kilómetro 10 y mi familia estaba ahí gritando y tomándome fotos y video, justo en la marca de la 1a. vuelta. Pero para entonces, el ritmo ya se iba más hacia el 6:00 que hacia el 5:30. En una competencia de este tipo, tan larga y que se corre a un ritmo menos intenso, el muro se siente diferente; no es como en el maratón, en donde uno literalmente se estrella con la pared. Aquí es paulatino y vas sintiendo como la Pájara es más y más descarada y te va descargando todo su peso paulatinamente. Por momentos, sobre todo cuando tomaba hielo en los puestos de abastecimiento y me lo ponía abajo de la gorra, sentía como el paso se avivaba, pero no por mucho tramo. Supe que el objetivo de las 6:00 horas ya no se lograría; también supe que subir al podio solo había sido un sueño guajiro. Pero me sentía animado, feliz de sentir la certeza de que iba a terminar. Una señora me gritó: "Ánimo, que aunque a gatas, pero llegamos". Yo contesté "Si Señor" y los gritos y porras de allá para acá no se hicieron esperar.


En el kilómetro 18 me alcanzó un corredor ya mayorcito. Rápidamente observé la calca con la "H" en su pantorrilla. ¡Es de mi categoría!. No iba a dejarlo ir. Me pegué a su lado y nos fuimos jalando juntos hasta el puesto de abasto, donde el se quedó unos metros atrás. Para entonces, la euforia ya estaba en talla XXL y el agotamiento ya había pasado al olvido (aunque las piernas no lo sabían y seguían a 6:00). Pero el viejito de la H me volvió a alcanzar ya en el kilómetro 20; tercamente quería llegar a la meta adelante de mí y yo no se lo iba a permitir. Faltaba solo 1 kilómetro y "aceleré". Logré sacarle casi 20 segundos en ese último kilómetro. Pero lo mejor del mismo fue que pronto aparecieron los carriles de llegada; "aceleré" aún más y entré a la meta. Me eché una "apeadita", como dicen en mi pueblo. Más que apeadita, lo que hice fue acostarme en la sombrita, justo después de la meta. Llegó el paramédico y me preguntó si estaba bien. Solo le levanté el pulgar y me dejó reposar. Después llegó un tipo vestido de blanco, con logos de Challenge San Gil por todas partes y, aún yo acostado, me dio un apretón de manos. Lo recibí con gusto: Misión Cumplida.
Lo volveré a hacer una y otra vez.

https://connect.garmin.com/modern/activity/811660137


Tramo de nado, 1.9 Km.- 56:38
Transición 1.- 0:05:54
Tramo de Ciclismo, 90 Km.- 3:15:56
Transición 2.- 0:03:04
Tramo de Carrera, 21.1 Km.- 2:05:12
TOTAL TIEMPO CHIP.- 6:26:46

miércoles, 20 de mayo de 2015

Proyecto Ironman 2015... a 5 semanas de San Gil.

Al mismo tiempo que inicié el año de 2015, me embarqué en la aventura de correr un Triatlón Ironman.

Como primera escala de dicho viaje, Triatlón San Gil será la competencia en la que el próximo 21 de junio, si todo continúa como hasta ahora, tendré mi primera experiencia en la media distancia. Es decir, Triatlón San Gil, con su distancia equivalente al Medio Ironman (70.3 millas), será mi primera prueba de fuego antes de decidir si las fuerzas podrán ser suficientes para ir por la distancia completa y convertirme en Ironman algún día no más lejano que finales de este año.


San Gil no es de la franquicia Ironman propiamente, sino de la familia de Triathlon Challenge. Se trata de una competencia igual en distancias al medio Ironman, pero más difícil. Tal vez sea San Gil el triatlón de media distancia más demandante en México, debido principalmente a los empinados 90 kilómetros del tramo de ciclismo, que se corren en la Sierra Gorda de Querétaro y que debido a su topografía montañosa, se convierten en un verdadero reto difícil de vencer, y más para un novato en estas distancias.

 
Los 1900 metros acuáticos de San Gil se nadan en un lago artificial, sin dificultades mayores que las normales en cualquier triatlón, y el medio maratón que remata la competencia, si bien es casi plano, se correrá con el sol de mediodía cayendo a plomo. En suma, es San Gil un dragón difícil de matar, aún para los experimentados, más para los bisoños como yo.


Mi preparación ha ido sobre ruedas y no solo sobre las de mi bicicleta. Mi nueva socia, una Kestrel Talon 2014, aderezada con rines Shimano Dura-Ace está totalmente adaptada a mi anatomía. Y yo a la de ella. Estoy cubriendo distancias crecientes cada vez y las rodadas largas de los fines de semana ya alcanzaron varias veces las 4 horas y 20 min, que en distancia llegan a los 130 kilómetros. Y a ritmos que a veces me sorprenden. Siendo yo esencialmente un maratonista con mediana experiencia en Mountain Bike, ya un poco empolvada en el pasado, el ciclismo de ruta no es precisamente mi especialidad. Pero con gusto he ido descubriendo que soy bastante competitivo en esta disciplina.


En lo que respecta al renglón del nado, sí debo confesar que solamente logro sobrevivir las distancias, sin poca o ninguna aspiración de acercarme siquiera a la medianía en cuestiones de eficiencia, resistencia y velocidad. Pero aunque el esfuerzo tiene que ser mayor en este renglón, poco a poco también he ido logrando un nivel que me eleve por encima del mínimo de la decencia.

Pero en el rubro de la carrera es donde mi experiencia me debe sacar a flote. Siendo corredor y maratonista desde hace más de 30 años, la carrera ya la traigo integrada de fábrica. Es aquí donde disfruto más y en donde espero tener una buena ventaja competitiva.

Las distancias y los volúmenes de entrenamiento han ido creciendo mes a mes. Abril fue tal vez el mes de más entreno en toda mi vida. Y mayo lo será aún más. Pero sorprendentemente, el cansancio físico y mental no es mayor sino que es una carga que he podido ir llevando adecuadamente en estos últimos 5 meses. El tiempo para entrenar hay que ir a buscarlo y en ese sentido las cosas no han sido fáciles, pero me las he arreglado. Y la motivación va en aumento.

Como parte de mi preparación, el 2 de Mayo pasado corrí Triatlón Monterrey. Una competencia que forma parte de la ITU World Triathlon Series y que tomé como termómetro para checar el avance en mi preparación hacia San Gil. La distancia fue la Olímpica, que son 1.5 kilómetros de nado, 40 de ciclismo y 10 de carrera. El objetivo era acercarme lo más posible a las 2:45 horas de tiempo total. El resultado fue un 2:49, bueno para un 3er. lugar de la categoría de 55 a 59 años. Nada mal para una carrera de preparación.


Con el ánimo renovado después del buen resultado en Triatlón Monterrey, estas dos semanas recién finalizadas han sido de gran volumen de entrenamiento. En especial la más reciente en la que completé 13 horas en 6 días de entrenamiento y 1 día de descanso. La agenda de la semana fue así:

Lunes.- 2.4 km. de nado en 0 Horas : 49 : 04 (repeticiones largas con recuperaciones medias)
Martes (AM).- 25 Km. de bicicleta en el rodillo en 0 horas :50:34
Martes (PM).- 12 Km. de trote ligero en 1 Hora : 10 : 05
Miércoles.- 2.6 Km. de nado en 0:54:08 (repeticiones largas con recuperaciones cortas)
Jueves.- 30 Km. de bicicleta en el rodillo en 0:59:39 + 5 Km. de trote muy ligero en 0:30:20
Viernes.- Descanso total
Sábado.- 27 Km. de trote ligero en 2 Hrs. 33: 34
Domingo.- 130 Km. de bicicleta en ruta en 4 hrs :20:05 + 10 Km. de trote muy ligero en 0 hrs : 51:29

Totales de la semana:
Nado.- 5 kilómetros
Bici.- 185 Kms.
Carrera.- 44 Kms.
Tiempo total.- 12 Hrs : 58 : 58

Quedan 5 semanas paraTriatlón San Gil. Si las lesiones me respetan, espero correr el 21 de junio esta competencia en un objetivo de tiempo de 5 Hrs. 45 min. Cualquier tiempo igual o menor que éste será un éxito rotundo y no tendré pretexto para continuar rumbo al Ironman a finales de año. Si logro correr abajo de las 6:00 hrs. también será un éxito moderado y los planes se mantendrán. Pero si el resultado es de un tiempo mayor a las 6:00 horas, o bien, el sufrimiento se me viene encima durante la competencia, pensaré dos o tres veces y reevaluaré el plan de hacer Ironman este año.


Habrá que poner toda la carne al asador estas 5 semanas y ya veremos lo que nos deparan el destino y Triatlón San Gil.

lunes, 18 de mayo de 2015

El Embrujo de Boston

La ruta del Maratón de Boston es diferente. No solo no es un circuito, sino que es una ruta en bajada, en la que la salida y la meta están separados más de 35 kilómetros en línea recta. En total, de la salida a la meta hay un descenso neto de casi 150 metros. ¿Esto hace que Boston sea una ruta rápida y fácil? Rápida, tal vez. Fácil, ¡No! Al contrario, es una ruta muy difícil y traicionera.

Después de un rápido y ondulante descenso en la primera mitad del Maratón, se llega a Newton, mediana población de no más de 80,000 habitantes. Al llegar a la milla 17, ya en pleno Newton, empieza la porción más famosa y más retadora de la ruta. A partir de ahí y durante aproximadamente 3 millas, empiezan 3 empinadas subidas que preceden a la famosa y temida colina "Rompecorazones". La famosa Heartbreak Hill.



Para muchos, vencer la Heartbreak es la antesala del éxito en Boston Marathon. Para muchos otros, Heartbreak Hill es la entrada a un reto aún mayor: "La Milla Embrujada".

Existen muchas historias en las que se cuenta que la Milla Embrujada es el lugar en donde los grandes protagonistas del Boston Marathon desfallecen. En 1963, Mamo Wolde, campeón Olímpico en el Maratón de México 68, empezó a caminar en la Milla Embrujada después de liderar durante más de 30 kilómetros la competencia. Y como Wolde, muchos otros grandes corredores han sufrido igual ahí.

John "The Younger" Kelly, ganador de Boston Marathon en 1957 y 5 veces segundo lugar, la llama "El Cementerio de la Esperanza Perdida", porque muchos corredores llegan ahí casi a deshacerse.


La Milla Embrujada es casi plana y no es tan intimidante a primera vista como puede ser la colina Rompecorazones, a pesar de que corre por el límite del Cementerio Evergreen en Newton. Entonces ¿qué es lo que la hace tan difícil? Dicen los que conocen bien la ruta de Boston, que simplemente es el punto en donde está localizada; el momento en el que aparece. Después de conquistar con grandísimo esfuerzo las colinas de Newton, que son las más empinadas de la ruta, los corredores caen en la cuenta de que aún tienen por delante por lo menos otras 5 millas antes de llegar a la meta. Una vez que desaparece la euforia de haber conquistado la Rompecorazones, la cruda realidad de que todavía hay por delante casi 10 kilómetros de sufrimiento, con mucha frecuencia destruye el ánimo de los corredores.

Poco después viene "El Anuncio Embrujado". Se trata de un espectacular de la empresa Citgo que está en los últimos kilómetros de la ruta del Boston Marathon. En esos últimos kilómetros de la carrera, de pronto los corredores lo divisan a lo lejos y es desmotivante correr y correr y seguir viendo el anuncio siempre a lo lejos. Los veteranos de esa ruta recomiendan correr rehuyendo mirar el anuncio de Citgo y solo verlo cuando se pasa justo frente a él. Entonces, al dejar el anuncio atrás, según cuentan los maratonistas de imaginación más locuaz, el embrujo del Citgo se transmite al corredor, infundiéndole fuerzas suficientes para correr las últimas dos millas del recorrido.


En mi caso, cuando corrí Boston Marathon seguí los consejos y no miré el anuncio. Vi que apareció a lo lejos, aparté la mirada y no volví a verlo; ni siquiera cuando pasé frente a él. No sentí nunca el embrujo del anuncio sobre mis piernas, ni para bien ni para mal.


Así es Boston Marathon, por lo menos ese es el recuerdo que tengo de este maravilloso Maratón. Una ruta inolvidable, no tanto por sus características físicas, sino por todo el halo que la rodea antes durante y después de la competencia, y principalmente por lo maravilloso de su entorno y de la gente que la corre o que de muchas otras formas participa en este gran evento, The Boston Marathon, el que yo llamo "El Cielo de los Maratonistas".

jueves, 8 de enero de 2015

Proyecto Ironman 2015

Tenía ya varios meses dándole vuelta al tema. Sentía (y siento) que las piernas pierden velocidad y que cada vez cuesta más dolor entrenar a ritmos rápidos; que las lesiones son cada vez más frecuentes y más prolongadas; que el entusiasmo de mejorar mis tiempos en Maratón es algo que ya no se tiene y que el que deja de ponerse retos se muere de a poco en poco. Entonces pensé que tal vez era tiempo de cambiar a objetivos mucho más modestos, como correr el Maratón en el rango de las 3:45 a las 4:00 horas. Y no terminaba de convencerme.

Entonces, me enteré que un par de compañeras del club en donde me inicié en el triatlón (CEENME), estaban entrenando para hacer su primer Ironman en Cozumel, en Noviembre pasado. En un principio pensé, como siempre había pensado, que era demasiado, que un Ironman es para sufrirlo, jamás para disfrutarlo, que nadar, pedalear y correr continuamente durante medio día y más de 226 kilómetros era para locos insensatos. Pero después de ver que una de las dos compañeras terminó Cozumel en menos de 12 horas (tiempo maravilloso para una mujer de 45 años, debutante en Ironman y con quién muchas veces entrené a la par, sin desmerecer), mis pensamientos cambiaron y empecé a pensar que tal vez sí es posible disfrutar un Ironman.


La puntilla me la dio una persona ya mayor, obrero de la planta química en donde trabajo. En alusión a un hijo que acababa de graduarse, mencionó algo que yo había pensado poco antes, aunque con diferentes palabras: "El día en que nos conformamos, ese mismo día empezamos a chupar faros (morir, en lenguaje coloquial mexicano)".

Esa tarde, al estar corriendo en la caminadora, pensé que conformarme con tiempos en Maratón muy por debajo de lo que estoy acostumbrado, era empezar a morir de a poquito. Quizá embarcarse en un proyecto tan loco como ir por el Ironman, era lo que me podría poner nuevamente con el entusiasmo a tope. Y ahí mismo, sobre la banda caminadora, tomé la decisión: Iré por un Ironman. ¡Y así nació mi proyecto Ironman 2015!.


Cambiar de Maratonista y Triatleta de distancias cortas a Ironman no es fácil ni rápido. Por lo menos 10 meses de un cambio radical de régimen de entrenamiento y hasta de estilo de vida tal vez serán necesarios. Y digo tal vez, porque como dije antes, no es fácil prepararse para un Ironman.

Entonces surgió el plan. En Junio será la primera escala de mi viaje Ironman 2015: haré mi primer Medio Ironman en Triatlón San Gil, si Dios me lo permite. No es un triatlón de la franquicia de Ironman, pero es exactamente equivalente en distancias y en exigencias: 1.9 kilómetros de nado en un estanque artificial, más 90 kilómetros de muy difícil pedaleo en una ruta extremadamente ondulada, rumbo a la Sierra Gorda de Querétaro y regreso, para terminar con un Medio Maratón sobre una ruta trazada bordeando un campo de Golf, totalmente plana.


El objetivo ambicioso es correr San Gil en el rango de las 5:30 a 5:45 horas, objetivo que se ve bien dentro de la lógica, de acuerdo a mis capacidades conocidas y a mis tiempos en Maratón y en Triatlones más cortos. Si todo sale bien y continúa bien en los meses posteriores a San Gil, atacaré la etapa final de esta jornada: Ironman Cozumel, en la isla del mismo nombre, a finales del mes de Noviembre. ¿La meta? Me da la tentación de ponerme un objetivo de menos de 13 horas. Pero la prudencia me dice que vaya solo por terminar la ruta. Si salen 13 o salen 15 o 16 horas, el logro será el mismo: ¡Seré IRONMAN!