Triatlón Querétaro 16

viernes, 25 de abril de 2014

Mi Boston Marathon 2014, el Cielo Maratoniano. Parte II

Había que llegar a Boston Common antes de las 7:00 de la mañana, para tomar la primera de las 2 oleadas de autobuses que me correspondían y ser llevado a Hopkinton, lugar donde está la salida, o bien, lugar donde "Todo Inicia", según las palabras de los habitantes de ese pequeño pueblo que cada año se convierte en génesis del Boston Marathon.

En el trayecto del hotel hacia Boylston Street, acompañado de mi esposa y mis tres hijos, no pude dejar de sentir nervios. Íbamos todos en silencio y el único que hablaba era el GPS. Pero Saritah pronto empezó con el relajo, como siempre y rompió la tensión. En menos de 30 minutos llegamos a la estación de bomberos en Boylston Street, en donde estaban puestas las barreras que impedían a los vehículos seguir avanzando; me bajé del auto y lo mismo hizo Ruth, mi esposa. Me dio un abrazo y un beso y la emoción hizo crisis. Terminé de abrazar rápidamente a mis hijos y emprendí la caminata de aproximadamente 1 milla hasta la zona de abordaje de los autobuses.


Logré acomodo en uno de los autobuses de más al frente. Todo estaba perfectamente planeado, sin aglomeraciones, sin empujones; prodigio de organización y logística en un evento de 36,000 almas. A las 7:30 en punto, justo como estaba programado, arrancamos rumbo a nuestra reunión con la serpiente de 42 cabezas.

Avancé caminando rumbo a la Villa de los Corredores. Había dos grandes áreas, cada una con una enorme carpa para protegerse del sol, o más bien, para desprotegerse del frío. Elegí un lugar junto a varios corredores y corredoras que descansaban como lagartijas tomando el sol, tirados en el pasto sobre hojas térmicas. Al poco rato el llamado de la naturaleza me hizo levantarme e ir a buscar los sanitarios. ¡Imposible!. Calculé rápidamente unas 100 casetas solamente en la sección en la que había escogido esperar y en todas había una cola de tal vez 50 o más corredores. Parecía que a los 36,000 maratonistas nos habían dado ganas de mear al mismo tiempo. No me quedó más opción que buscar el lugar más protegido de la vista de corredoras para cumplir el obligado ritual, rodeado de otras docenas de corredores (¡y corredoras!) que habían decidido irse por la libre, igual que yo.
A pesar de que se sentía frío, en realidad las condiciones del clima eran las ideales para correr Maratón. Unos 8 grados centígrados a la hora de la salida de mi oleada, sin viento y con un sol esplendoroso que la temperatura ambiente tan benigna hacía que no afectara tanto.


Muy pronto los del micrófono dieron la instrucción a mi oleada (la 2a) de avanzar primero hacia los espacios intermedios y después rumbo a los corrales de salida. Ya me había deshecho de la toalla que hizo las veces de cobija-colchón y me fui quitando paulatinamente y depositando en las bolsas mientras avanzábamos, primero los pants, después el sweater, la camiseta de manga larga, los guantes, la boina, hasta quedar con solamente mi camiseta de dry fit sin mangas y mi short de competencia. La llegada a la línea de salida fue un poco desconcertante, pues al llegar ahí yo esperaba que hiciéramos una pausa, se aglomerara la gente impaciente a la espera que dieran la salida y entonces se escuchara el disparo. Pero no, directamente como íbamos llegando a la línea, íbamos iniciando, sin disparo ni nada. Así, de pronto me encontré corriendo a buen ritmo y entonces lo supe: ¡Estaba ya corriendo Boston Marathon! No se si fui solo yo el que no escuchó el disparo, pero a final de cuentas funcionó perfectamente, pues evitó aglomeraciones y molestias a los corredores.

¡Y allá vamos!. Ya que me cayó el veinte de que la competencia había iniciado para mí, la euforia me invadió. Levanté los brazos y alcancé a gritar algo como "vámonos" o algo así que ya no recuerdo. Había muchísima gente observando, aunque no tanta como en el resto de la ruta, y extendiendo sus manos para chocar palmas con los corredores. Yo me tendí al lado derecho y empecé a chocar five con todos, hasta que poco a poco la emoción fue cediendo, la respiración haciéndose más laboriosa y controlar el ritmo fue siendo la prioridad.

La salida es una bajada pronunciada. Ya estaba advertido de no desbocarme en los primeros kilómetros, en los que la pendiente es a favor y muy empinada, así que trataba de controlar mi ritmo. A pesar de la gran cantidad de corredores, había suficiente espacio para correr cómodamente, sin estorbarse mutuamente con otros y era posible establecer un paso relativamente independiente de los demás.

El plan era hacer un 3:40. La estrategia para lograrlo era correr a 5:00 min/km los primeros 25 kilómetros, hasta Newton, en donde empiezan las subidas y de ahí en adelante, trabajar en función de sensaciones y según respondieran las piernas y las reservas.

Pero era difícil concentrarse. Mi nombre escrito en el frente de mi camiseta, invocaba continuamente los gritos de la gente, que mal-pronunciaban muchísimas veces Yerardou,, Gerarrrrdo, Geraldo, Yerard y casi cada vez una forma diferente. Yo contestaba cada vez que escuchaba mi nombre, con un ¡Yeah!, o un ¡Yes!, o cualquier otro gruñido y eso encendía los gritos del grupo de espectadores. Literalmente, cientos de manos se tendían hacia los corredores y yo no podía evitar chocar palmas con muchos. Con algunos, era tan intensa la palmada que me hacían un poco perder la forma. Pensé varias veces "ya no", pero en la próxima curva, el entusiasmo y la euforia me orillaban nuevamente hasta junto a los cientos de manos y seguía palmeando. Hasta que entendí que la energía gastada en chocar palmas y contestar a los que gritaban mi nombre, era demasiada. Pero no siempre lograba contenerme y no dejarme llevar por el entusiasmo de la gente.


Los primeros 5 kilómetros salieron de acuerdo al plan. El 25:03 fue exacto, a pesar de las dificultades para concentrarme. Y la línea de los 10K llegó a los 50:22. ¡Casi perfecto!. Después de ahí, la ruta se aplana un rato. Por algunos kilómetros, no hay más bajadas pronunciadas y es posible, ahora sí, medir el ritmo de a deveras, en el plano, sin guajes para nadar. Y yo me siento bien, con fuerza, con esa sensación de ligereza que tanto me gusta. Para Boston evité entrenar en pendientes, por la lesión de mi rodilla y esos primeros 10K han sido los primeros en bajada en muchos meses. Y mira que son pronunciadas las bajadas. No es algo que me preocupe, todavía, pero sí se resiente el golpeteo en los cuadriceps, sorprendentemente un poco más en el izquierdo, que es mi lado "sano".

Poco a poco he ido logrando más concentración y el foco es cada vez más hacia emparejar el ritmo. En la bajada la frecuencia de pasos se sentía baja y me preocupaba que estuviera alargando mucho la zancada. Ahora voy corriendo con paso un poquitín más corto, pero más frecuente; y en el plano se siente mejor. Cada vez hay más gente en la ruta. Hay, literalmente y sin exagerar, miles y miles de personas de todas las edades gritando, mostrando carteles de ánimo o chuscos, chocando palmas, ofreciendo fruta, naranja, agua, dulces y animando a los corredores. Cuando veo a algunos pequeñitos extendiendo sus manitas, me inclino un poco para chocarlas, pero ya solo contesto con un "Vamos" o con un "Sí Señor" cuando escucho bien pronunciado mi nombre, señal de que es un compatriota o algún latino el que me grita. Llega el kilómetro 15 en 1:15:45; y el ritmo sigue parejito. Me sigo sintiendo muy bien, la rodilla no es tema y ni la siento y empiezo a fantasear en que tal vez, tal vez pueda atacar el 3:30. Pasando Newton decidiré. O bien, decidirá Boston Marathon.

Después de pasar la marca del kilómetro 16 me empiezo a distraer mucho nuevamente. Empiezo a sentir la euforia de ir a ritmo, en piloto automático y disfrutando de la maravilla que es el apoyo de la gente y vuelvo a mi querencia: chocar five con todo el que me extiende la mano. Hay un tramo en el que la carpeta asfáltica está incompleta en la orilla; parece que reencarpetaron solo una parte y quedó un pequeño borde o especie de escalón de unos 3 centímetros de alto a lo largo de la orilla de la ruta. Voy corriendo como a 1 metro del borde, chocando palmas. De pronto, no se si yo me acerqué demasiado al borde o la línea del borde se mete un poco más hacia el centro de la carretera y quedo con el borde justo abajo de mí. Al dar el paso, el pie izquierdo cae en la parte baja del pequeño escalón, sin problema, pero piso enmedio del borde justo con la mitad del pie derecho. Se dobla mi pie con fuerza hacia adentro y siento como una descarga o toque eléctrico, como si hubiera tocado un cable con corriente. Sentí como el "toque" eléctrico recorrió instantáneamente desde el tobillo hasta la rodilla e inmediatamente después se hizo presente el dolor intenso.

No paré de inmediato, sino que continué con un trote lento, tratando de averiguar si el dolor pasaba y todo quedaba en un susto, pero no. El dolor se hizo cada vez más intenso hasta que tuve que parar por completo. Me senté en la barrera lateral metálica de la carretera, esperando que disminuyera el dolor, pero no fue así. Retomé el trote muy lento, llegué al puesto de abastecimiento del kilómetro 17, saqué de la bolsa de mi short un par de tabletas de Paracetamol y me las tomé. Pero el dolor no cedía. Pensé que no podría terminar la carrera y el desanimo me invadió. Paré nuevamente, decidido a abandonar, pero volví al trote a los pocos segundos y así varias veces. Entonces, desee intensamente poder terminar la carrera, como no recuerdo nunca haber deseado tanto cualquier otra cosa.

Empecé a probar un ritmo un poco más rápido, aún con el dolor que me taladraba el tobillo, desanimado y pensando que todo acabaría muy pronto. Y en eso, ya casi en la marca  del kilómetro 18, los alcancé: era el Team Hoyt, trotando lenta pero inexorablemente. Después supe que habían arrancado entre la oleada de las mujeres élite de las 9:30 y la oleada No. 1 de las 10:00 hrs. Me acerqué, toqué en un hombro al Sr. Hoyt y le aplaudí al Junior.

Entonces decidí que no importaba que terminara con el tobillo deshecho, pero que iba a completar la ruta, así fuera empinado, a gatas o arando con el hocico el pavimento. Si estos 2 tipos, con todas sus colosales limitaciones han completado juntos tantos Maratones y Ironmans ¿Iba yo a ser tan puto como para dejar que una torcedura de tobillo me fuera a detener a mí?. Boston y yo nos merecemos otra cosa.


Entonces y por si haber corrido un momento con los Hoyt hubiera sido poca cosa, antes de llegar la marca del kilómetro 20 el ruido y el griterío se hicieron más intensos. Eran las chicas del Colegio Wellesley, que cada año durante muchas décadas, ponen el ingrediente más entusiasta en la ruta del Maratón. Muchas ofrecían la mejilla para que los corredores les plantáramos un beso. "Kiss me, I'm a freshman" o "Kiss me, my boyfriend is not here, is running the Marathon" o "Kiss me, I'm herpes free" y muchos letreros más hacían las veces de propaganda, buscando que los corredores nos detuviéramos a plantarles un beso a alguna de las muchachas. Yo no me pude quedar con las ganas y caí en la tentación de plantarle un beso tronado a una negrita preciosa. Pero ese griterío, ese cariño a su Maratón que estas niñas expresaban a borbotones y ese cariño que le mostraban a toda esta bola de extraños que invadíamos su territorio, tal vez hicieron el milagro.


Milagro de la mente, milagro de Dios, milagro del Paracetamol o simplemente poca gravedad de la lesión, no lo se, pero poco a poco, el dolor fue disminuyendo aunque nunca dejó de ser intenso. No se si fue el Team Hoyt o Wellesley o el intenso deseo de terminar la carrera o todo junto, el caso es que paulatinamente mi ritmo se fue acercando nuevamente a la normalidad. Para la marca del Medio Maratón, nuevamente estaba corriendo a ritmo no muy lejano a los 5:00 min/km.

Del kilómetro 15 al 20, tramo en el que me sucedió el percance, mi tiempo se fue de los 25 minutos que venía promediando cada 5 kilómetros, a más de 29 min. Perdí en ese tramo por lo menos 4 minutos que me hicieron falta cuando la carrera se hizo adulta. Pero ya había pasado el kilómetro 21 y me sentía mucho mejor. El dolor, aunque aún intenso, lo era menos que en primera instancia. Del 20 al 25 hice 26 minutos, y lo mismo del 25 al 30. Todavía un poco lento, pero en parte debido a que ya habían empezado las subidas de Newton. Pero lo más mejor, si tal cosa existe, era que mi zancada era ya (casi) normal, a pesar del méndigo dolor del méndigo tobillo.

No recuerdo exactamente el kilómetro, pero debe haber sido por ahí del 28, antes de las colinas de Newton, cuando alcancé a ver adelante de mí a un corredor muy alto, con el rótulo de España en su espalda. Era Tomás Soria, conocido bloguero español. Me acerqué, nos dimos un apretón de manos pero no hubo oportunidad de más. Fue un gusto saludar a este personaje español.

Solo hasta cuando ya estuve en el hotel noté la gran inflamación en el tobillo y durante la carrera solo sentía una sensación de adormecimiento desde la espinilla hasta el pie. Pero estaba ya en las colinas de Newton y me sentía físicamente muy bien, con el ritmo cardíaco en 125, que es aproximadamente mi 80%. Las subidas no se sentían demasiado pesadas, pero faltaba la más difícil: La Colina Rompecorazones o The Heartbreak Hill, como la nombran los gringos.

Las colinas de Newton son tres. La primera es la más larga y empieza en el kilómetro 25 aproximadamente y me pareció la menos empinada. Me sorprendí ya a mitad de la misma, pues era tal mi entusiasmo por sentir "bien" el tobillo nuevamente, que no me di cabal cuenta cuando empecé a subir. Después viene una bajada muy pronunciada, que me trajo nuevamente a la realidad, pues el dolor en el tobillo que me provocó la pendiente, casi me hace gritar de nuevo. Después viene la segunda subida, más inclinada que la primera, que es como en dos partes, con un pequeño descanso casi a la mitad. Eso me hizo pensar que ya había terminado con las 3 famosas colinas de Newton, cuando en realidad aún faltaba la Rompecorazones. Le dije a un tipo con camiseta alusiva a Canada que iba corriendo a mi lado "That was easy". Pero entonces se apareció la Heartbrake, que sí lo es. Una verdadera Rompecorazones, no tanto por su inclinación, que las hay en México más empinadas, sino porque la toma uno después de casi 5 kilómetros de venir trepando cerro y después de 30 o 32 kilómetros totales de ruta. Pero me sentía maravillosamente bien (salvo por el bendito tobillo, que ya nunca dejaría de doler en toda la ruta), y me di un lujo que después pagué muy caro: subí sin pensar que había futuro, a galope tendido. Al llegar a la cima, quise gritar, pero me contuve y me conformé con acercarme a la banqueta a chocar five con los que ahí estaban. Me vino a la mente la frase que había leído en una crónica de Boston Marathon 2012: "Heartbrake, that's all you've got?"


La ruta es ahora casi totalmente plana y sigo sintiéndome bien; veo el ritmo que marca el Garmin y empiezo a hacer cálculos mentales. El kilómetro 33 fue perrísimo, de subida y aún así sale en 5:11. Pero del 33 al 34, justo en la Rompecorazones, me despacho con la cuchara grande un 6:04, que no es tan malo como el número frío sugiere, pues subí muy fuerte y remato con un kilómetro 35 en un alentador 4:57.

El acumulado a los 35K es de 3:04. Si logro mantener un ritmo de 5:00 min/km en los 7 kilómetros casi planos que faltan, lograré el ansiado 3:40, clasificatorio para Boston '15. Pero ya no me siento tan fuerte. Después de los 35 empiezo a perder impulso. Inevitablemente y aunque trato de mantener alto el esfuerzo y el ritmo, el Garmin indica pasos más lentos cada vez. Más cálculos matemáticos se generan cada minuto en mi cabeza que en el procesador de una computadora.

El Anuncio Embrujado:
El anuncio de CITGO está al frente. Es un anuncio de los llamados espectaculares, de una empresa petrolera que está por el kilómetro 38, si mal no recuerdo. Me habían dicho que no lo viera. Está en una recta y el anuncio se ve al fondo y es desmotivante correr y correr y nunca llegar frente al anuncio. Yo lo vi de inicio y cuando volví a levantar la mirada, el anuncio ya no estaba.


Los kilómetros 36 y 37 salen todavía decentes a 5:12 y 5:14. Pero el kilómetro 38, el del anuncio embrujado, que es totalmente plano, sale a 5:53. Ya no siento el tobillo lastimado. Es una sensación extraña parecida a como cuando al despertar, se tiene una pierna o un brazo dormido. Intento subir el ritmo lo más que se pueda, pero las piernas no dan mucho más. Se sienten pesadas. Siento que un chango enorme se me trepó en el lomo; y no avanzo, no avanzo como quisiera.
Echo mano de todos mis trucos motivadores. Pienso en mis seres más queridos, los presentes y los ausentes. Dedico mi carrera a los ausentes y trato por todos los medios de revivirme; y de algo sirve, pues el kilómetro 39 me renueva las esperanzas. Sale en un no tan malo 5:21. Pero fue una ligera bajada (el 39) y al aplanarse la ruta otra vez, el 40 sale nuevamente muy lento: 5:55.


Los últimos dos kilómetros fueron una mezcla de euforia y sufrimiento.   La multitud ya enorme aquí. Cientos y miles de gentes aglomeradas en las aceras, gritando y apoyando. Estoy a punto de terminar y se supone que deba ir apachurrado, pero voy eufórico. Eufórico pero lento. Juro que intenté con todas mis fuerzas regresar a ritmo, de verdad lo juro, pero fue inútil. Ningún esfuerzo o pensamiento fue suficiente para retomar un ritmo de competencia.

Estoy en Hereford Street, a más o menos un kilómetro de la meta; la vista de una bandera de México extendida en la acera, me reanima y los compatriotas me identifican por mi banderola en el pecho, me gritan mi nombre y me animan. Llego a la esquina con Boylston, doy vuelta a la izquierda... ¡Y allí está la meta!, todavía un poco perdida en la distancia, pero allí está. ¡Y ahora sí!, mi ritmo mejora. Levanto los brazos y me animo yo solo. Estoy en el Olimpo de los Dioses del Maratón: La Meta de Boston Marathon está a la vista.


Pocos metros después de tomar Boylston, reconozco a mi gente del lado derecho. Saritah, la fotógrafa de la familia, que por cierto logró tomas espectaculares, fue la primera en hacer contacto visual. Nuevamente la euforia se desborda a niveles espectaculares. La emoción se acumula, pero diferente que cuando me despedí de ellos temprano en la mañana; ahora siento euforia, alegría, ganas de que esto nunca termine. Veo como me gritan, pero sus gritos se confunden con los de otros cientos de personas y no los oigo; de cualquier forma, respondo igual. Siento ganas de reir y gritar y lo hago varias veces.


Cruzo la meta en 3:46:44. Un mal resultado en relación con el plan de calificar para Boston '15 en 3:40:00, y peor lo es considerando que califiqué para Boston '14 con un 3:32, pero valió la pena. Mil veces valió la pena. Diez mil veces valió la pena.


Después de cruzar la línea final, un corredor adelante de mí se inclina a besar la meta y choco levemente con él. Lo ayudo a levantarse y nos fundimos en un abrazo. Las emociones fueron muchas desde antes de cruzar la línea final, tal vez por eso ahora solo siento una gran alegría, pero ya más controlada. Me detengo un momento y me tambaleo. Un voluntario me abraza y me pregunta si estoy bien. "Just need a second...", respondo. Sigo caminando hasta donde están las medallas. Escojo a la voluntaria más guapa y me le acerco para que me cuelgue mi medalla y poso para las fotos.


Llego a Boston Common cojeando. El dolor del tobillo regresó con más fuerza. Me checo y el pie parece tamal oaxaqueño. Llega mi familia y el momento más emotivo del día tiene lugar en ese parque bostoniano. Las fotos no se hacen esperar. La familia me felicita. Recibo en ese momento una llamada desde México de uno de mis seres más queridos.

Y eso fue Boston Marathon '14. Sin duda, el Maratón más importante que he corrido. Me quedo extraordinariamente feliz con lo vivido en estos 4 o 5 días en Boston, tanto personalmente como en familia, pero no satisfecho. Hubiera querido más; por lo menos el tiempo de 3:40 clasificatorio para Boston '15, ya no digo el sub-3:30 que hubiera sido de mínima decencia. No se si regresaré a Boston en 2015, aunque estoy seguro que lograré clasificar por ahí. Pero sí se que regresaré pronto, tal vez en el '16. Experiencias como Boston Marathon deben vivirse por lo menos una vez en la vida, pero una sola no es suficiente.

La carrera terminó, pero Boston 2014 permanecerá para siempre en mi memoria.

¡Gracias Boston y Hasta la Vista!




miércoles, 23 de abril de 2014

Mi Boston Marathon 2014. Parte I.

Desde que llegamos el viernes en la tarde a Boston se sintió de inmediato que estábamos en Marathon Weekend. En el aeropuerto había carteles de bienvenida para los maratonistas, por todos lados. Desde México, estuve platicando con corredores que íbamos hacia la misma aventura. Era apenas viernes, pero ya estábamos en Boston Marathon.

Esa misma noche, alcanzamos a llegar al hotel y salirnos la familia completa a donde fuese, con el pretexto de buscar algo para cenar. Llegamos hasta el Prudential Center, un edificio vecino al John Hynes Convention Center, donde se estaba llevando a cabo el proceso de entrega de números y la Expo. A la hora que llegamos ya no había actividad en el John Hynes, pero en el bar en el que caímos a "cenar" el ambiente era extraordinario. No exagero al decir que todos o casi todos los presentes eran corredores o acompañantes o familiares y amigos de corredores. Y los había de muchas nacionalidades: principalmente gringos, pero también canadienses, ingleses, franceses y alguno que otro de nuestros países latinos. La mesera le preguntó a mi hija mayor, que tiene aspecto de corredora aunque no lo es tanto, que si iba a correr. La respuesta fue un "yo no, pero mi Papá sí". Fue el primer momento ya en Boston en el que me sentí especial. La mesera dijo. "Congratulations. You'll have a drink on the house". Por supuesto que no desaproveché la oportunidad para despacharme, gratis, la primera de "muchas" Samuel Adams del fin de semana. ¡Y estaba totalmente muerta. Deliciosa!. La Sam es una de las cervezas más sabrosas y es orgullosamente bostoniana.


Al día siguiente, sábado, después de salir a trotar 15 minutos en los alrededores del hotel, a una temperatura cercana a los 0 grados, enfilamos nuevamente hacia Boylston Street, zona de meta y en donde también está enclavado el John Hynes Convention Center. Nos fuimos directos a la Expo; había que comprar los trajes de carácter. Todos escogimos la chamarra Adidas, conmemorativa del 118th Boston Marathon, que este año fue de un precioso color "naranja mátame la retina". Y de ahí, al siguiente piso a recoger el número.


Debo decir que el voluntario que me atendió ha sido la persona que más amablemente me ha atendido en una entrega de paquetes en mis muchísimos años de corredor. Bostoniano amable, platicador, entendedor de lo que siente alguien que va a correr por primera vez un Maratón tan importante como el de Boston. Y no fue el único. A lo largo de todo el fin de semana largo, pude comprobar como Boston es una comunidad estrechamente unida en torno a su Maratón. Todos entienden claramente que Boston Marathon es parte de su identidad comunitaria y que los visitantes, privilegiados participantes de su Maratón, solo venimos a tratar de hacer todavía más grande su evento. Y no lo digo como cumplido ni como presunción. A todas partes en donde íbamos y que nos reconocían por las chamarras anaranjadas, conmemorativas del Maratón, nos felicitaban, nos daban ánimos, nos deseaban éxito. Pero el tipo que me entregó el número hizo su trabajo rápido. Encontró rápidamente mi número y paquete, me lo entregó con una sonrisa y me dijo que volteara a donde mi familia ya estaba lista para tomarme las fotos. ¡Qué momento tan maravilloso! Casi tan emotivo como cuando crucé la meta.



Pero los bostonianos no se unen solo en torno a su Maratón. Pude en los pocos días que estuve en esa Ciudad, ser testigo de una cultura de unidad, civismo y hospitalidad, exacerbada todavía por los resabios de los sucesos del Boston Marathon 2013, pero no solo por eso, sino por muchos años de cultivar ese sentido de solidaridad, pertenencia y nacionalismo tan arraigado que tienen los gringos, pero en especial los bostonianos.

La Expo no me impresionó tanto por sí misma, sino por sus asistentes. Pude saludar, no el primer día sino al siguiente, a Leo Manzano, orgulloso Mexico-norteamericano ganador de la medalla de plata en los 1500 metros en Londres 2012. Pude saludar también a Hal Higdon, aunque en el stand del Team Hoyt no encontré a los integrantes de esta pareja de padre e hijo sensacionales que correrían su último Boston Marathon juntos. Pero la Expo en general no me pareció nada del otro mundo. Grande, pero no tanto como la de New York City Marathon, por ejemplo. Y un poco apretada, con poco espacio.


La calle Boylston, donde está localizada la meta, estaba cerrada al tráfico vehicular ya desde ese día. Pudimos entonces, recorrer caminando con mi familia los últimos metros de la ruta del Maratón. Cientos de personas, corredores y no, curioseaban y se tomaban fotos en la meta, enmedio de gran cantidad de policías, en las tribunas o incluso en los sitios en donde explotaron las bombas el año pasado, sitios en los cuales pudimos ver ofrendas a los caídos. Tal vez fue irrespetuoso de mi parte, pero me tomé la foto en uno de esos altares, en los que alguien había dejado los tenis de uno de los afectados en los desgraciados sucesos de hace un año.


El clima ya a medio día del sábado, no era nada benigno. Se sentía mucho frío en Boylston Street y el viento helado calaba hasta los huesos, pero los pronósticos coincidían en que el lunes el clima sería ideal para correr. ¡Ojalá!.

Estar en Boston y no visitar Harvard y el MIT sería un pecado, así que el domingo muy temprano enfilamos a Cambridge. Había que economizar energías y no caminar mucho, pero ya estando fuera del hotel, en Boston y con tantos lugares por conocer, no hubo más remedio que ceder a las presiones familiares e ir al Acuario y al Mall. Excuso narrar el dramatismo de los aullidos que  empezó a soltar mi tarjeta de crédito, mismos que aún ahora me persiguen en la memoria.



Estaba yo esperando que mi familia terminara de exprimir mi tarjeta, cuando lo ví: Era Felipe Calderón, Ex-Presidente de México, saliendo con su guarura de hacer sus compras de fin de semana "Sr. Presidente, como está Usted?" De inmediato se acercó y me preguntó sí iba a correr y cuánto tiempo planeaba hacer. Te ves en muy buena forma, "delgado y chupado", dijo, alabando el 3:40 que proyectaba yo hacer al día siguiente en la ruta de Hopkinton a Boston. También te ves muy bien, Presidente. "Siempre de saco y corbata, como cuando estabas en los Pinos". Contestó sonriendo: "Vengo de dar una conferencia, por eso ando disfrazado". En eso llegaron mi esposa y mis hijos y también se tomaron la foto. Y mi esposa, que para eso se pinta sola, empezó a platicar con Don Felipe como si nada, hasta que la tomé del brazo y le dije que ya lo dejara en paz.


Rematamos en la cena de carbohidratos, pero la cola de varias cuadras para entrar al lugar nos hizo desistir y no hubo más remedio que buscar el Olive Garden más cercano para llenar de pasta el depósito.

Regresamos al hotel ya pasadas de las 10. Ya no había más tiempo que para preparar los arreos de carrera. Los pants y el sweater viejos y la toalla deshilachada que haría de cama en el pasto de Hopkinton durante la espera de la hora de salida, quedaron listos casi a las 11 de la noche y ya no hubo tiempo más que para tomar una última Samuel Adams (light, pero bien muerta) con el pretexto de que necesitaba asegurar un buen sueño. Al día siguiente había que pararse a las 4:30 para ir al Boston Common a tomar el autobús rumbo a la salida. Hopkinton me estaba ya esperando.



CONTINUARÁ...

lunes, 14 de abril de 2014

Rumbo a un Maratón de Ensueño

Hace algún tiempo escribí una entrada en este blog, en la que narraba un Maratón corrido en uno de mis sueños.

No es poco común que sueñe con Maratones y casi siempre, esos Maratones o terminan mal o despierto antes de terminarlos. En esta ocasión, espero que la realidad supere a los sueños. Estoy por salir en 2 o 3 días rumbo a Boston, a correr el más antiguo, tradicional y prestigioso de todos los Maratones en el mundo: The 118th Boston Marathon.


He hecho la tarea. Me siento bien físicamente, por más que mi rodilla derecha no esté al 100%. Mi peso ha bajado mucho y hacía varios años que no pesaba consistentemente por abajo de los 75 kgs. Si bien las distancias que he corrido en preparación a este Maratón no son extraordinarias, sí han cumplido con lo que los gurús recomiendan. Hice en total en esta preparación, 3 fondos de 32 kilómetros y 2 más de 25 y 27 kilómetros; hice dos sesiones de agotamiento de reservas de 20 kilómetros (Exprime - Limones) y los tiempos totales de entrenamiento, ya incluyendo carrera, nado y ciclismo, promediaron más de 44 horas mensuales durante los últimos 60 días.

Así que quiero llegar a Boston sin pensar en pretextos. Más allá de que mi rodilla es una incógnita y no se como reaccionará en una ruta con tantas subidas y bajadas, quiero disfrutar estos días previos y sobre todo, quiero disfrutar la ruta de Hopkinton a Boston, mentalizado en que todo saldrá bien. Si ya avanzada la ruta se presentan problemas, tendré que ver como me las arreglo, pero por lo pronto, sigo teniendo razones para estar optimista.

Tampoco se trata de quemar las naves y arriesgar de más. Me siento suficientemente bien física y mentalmente como para atacar las 3:30 horas, pero seré conservador y me apuntaré a un 3:40. Creo que sería un buen logro regresar con una calificación para Boston 2015 en la bolsa.


Pero lo principal es que éste será el Maratón más importante que he corrido. Y la misión más importante será disfrutar a tope con la familia en pleno como testigos y no solo disfrutar la carrera, sino la experiencia completa.

Ya están listas las cámaras; y los ojos y oídos, más. Les contaré todo lo que vea, todo lo que escuche y todo lo que sienta. Nos leemos a mi regreso.

¡Allá vamos!

viernes, 11 de abril de 2014

Zola Budd, la Saeta Descalza ¿Víctima o Villana?

Zola Budd es una atleta sudafricana que en los Juegos Olímpicos de Los Angeles 84 compitió en los 3,000 metros planos representando a Inglaterra. En esos años, Sudáfrica estaba vetada del movimiento Olímpico, por lo que Zola Budd adoptó la nacionalidad británica para poder competir en Los Angeles.

Era Budd en ese entonces una escuincla de 18 años. Pero a su corta edad ya había roto el récord mundial de los 5,000 metros con una marca de 15:01. Asombraba no solamente por su talento atlético de nivel mundial, su estilo de correr y su estrategia agresiva al competir, siempre al frente del pelotón, sino porque corría ¡descalza!. Desconozco si ha habido otros corredores de pista que hayan participado descalzos en una competencia Olímpica de pista, pero por lo menos yo nunca había visto a ninguno o ninguna.


Zola Budd era una de las dos grandes favoritas para ganar la medalla de oro en los 3,000 metros en la Olimpiada de 1984. La otra favorita era la norteamericana Mary Decker, quién por ser la representante del país anfitrión, tenía de su lado todo el aparato publicitario y mediático gringo. Decker también tenía lo suyo, atléticamente. Sus mejores marcas eran en 3,000 metros, a diferencia de Budd cuyos mejores desempeños habían sido en 5,000. Pocas corredoras he visto con un estilo de correr tan elegante y tan estético. Era un deleite verla correr con esa zancada inmensa y cadenciosa que tenía.
Adicional a todo lo anterior, los medios se habían encargado de crear una supuesta rivalidad entre ambas atletas, que a mi parecer era tomada muy a pecho por la norteamericana, pero no así por la sudafricana nacionalizada inglesa.


Finalmente, llegó el 11 de Agosto de aquel año de 84, día de la final de los 3,000 metros para mujeres de los Juegos Olimpicos. Desde un inicio, Budd y Decker se fueron al frente, alternando la punta entre ellas y con otras competidoras, pero siempre a un ritmo controlado. Ambas corredoras se apegaban a una táctica cautelosa. Pero a mitad de la distancia, Zola Budd apretó el paso y Decker respondió. De pronto, después de la segunda curva de la pista y a unos 50 metros antes de completar la vuelta, las piernas de ambas corredoras hicieron contacto. Zola Budd, que iba adelante, trastabilló pero alcanzó a recomponer el paso y continuó corriendo. Decker cayó al tartán y ya no se levantó.


La corredora sudafricana-británica siguió en la punta algunas vueltas, pero al final, perdió fuerza y fue cayendo a lugares secundarios, terminando en un decepcionante 7o. lugar.


Muy a lo gringo, las cadenas de televisión condenaron sumariamente a Budd, concluyendo casi de inmediato que había actuado deliberadamente para provocar la caída de Decker. Se generó un escándalo mediático en el que el público estadounidense, influenciado por los medios, también culpaba a Zola Budd del percance.

Zola Budd nunca declaró nada abiertamente respecto del incidente. En las obligadas entrevistas con los medios, siempre evadió responder directamente a los cuestionamientos o a narrar desde su punto de vista lo que realmente había sucedido. Eso creó un halo de sospecha respecto a que tal vez sí había sido una acción deliberada de parte de ella la que había provocado la caída de la norteamericana. Tampoco nunca respondió ni quiso aclarar si el haber caído finalmente al 7o. lugar había sido deliberado. Era claramente una corredora superior al resto de las que competían en ese momento y nadie esperaba que, ya sin la presencia de Decker en la pista, hubiera salido derrotada en esa carrera que la habría consolidado como la mejor corredora de media distancia del mundo en ese momento.


La realidad es que, analizadas fríamente, las evidencias registradas en los videos muestran que fue un choque accidental y si acaso hubieran habido acciones culposas, habrían sido responsabilidad de Mary Decker y no de Budd. Fui testigo, vía la TV, de aquel episodio y mi opinión es también que Zola Budd nada hizo deliberadamente para provocar la caída de Mary Decker.


lunes, 7 de abril de 2014

De Nuevo Exprimiendo Limón

Desde el lunes de la semana pasada estoy ya en pleno Taper. Serán 3 semanas de descenso gradual, en las que iré bajando primero el kilometraje y ya después, también la intensidad. Ya había comentado que esta preparación para Maratón ha sido muy diferente a las que he acostumbrado. Pero por más diferente que haya sido, los Mandamientos de las Biblias del Corredor se han seguido, aunque por esta ocasión, muy a mi manera.


En condiciones normales, a solo 2 semanas de distancia de Boston Marathon, no hubiera  yo programado una sesión tan demandante como los 20 kilómetros de Exprime - Limón que sobreviví este sábado. Pero he podido hacer poco, muy poco trabajo de velocidad y resistencia a la velocidad, así que no me quedó más que hacer de tripas corazón y atacar con muchas ganas la última sesión de entrenamiento de alta intensidad de este programa de Maratón.

El resultado en esos 20 kilómetros de esta sesión de Exprime - Limón, fue como sigue:

Tiempo total.- 1:42:56 (Promedio de 5:09 min/km), incluyendo los 3 tramos de 100 metros de recuperación entre las repeticiones de 1,000 metros. La secuencia de tramos es la siguiente:
  1. Tramo Inicial.- 3 kilómetros a ritmo de calentamiento (5:30 min/km). 
  2. Repeticiones de 1000 metros.- Las 4 repeticiones de a kilómetro salieron en 4:34, 4:21, 4:21 y 4:22, con 100 metros de trote de recuperación entre cada una. 
  3. Tramo de Ritmo.- 10 kilómetros a paso de Maratón (5:11 min/km de promedio).
  4. Tramo de Cierre.- "Dolorosos" 2 kilómetros de cierre en 9:03 (Promedio de 4:31 min/km) más algunos metros a paso tranquilo, para completar los 20K.

A pesar de algunas molestias en la rodilla, que aún persisten, las conclusiones de esos 20 kilómetros son todas positivas:

  • Estoy fuerte.- El plan de entrenamiento que he estado siguiendo desde Enero, parece que está rindiendo buenos resultados. Me siento resistente, "rápido" y ligero.
  • Estoy en peso.- De inmediato se siente la ventaja que proporciona un peso adecuado. Menos trabajo cuando la ruta sube, sensación de ligereza en general, más tolerable golpeteo en los pies, etc. La panza, la cintura y los costados muestran también evidencias de muy poca grasa corporal. Casi como en los buenos tiempos.
  • No estoy demasiado lento.- A pesar de no haber hecho prácticamente trabajo de velocidad, no estoy tan lento como esperaba. Creo que podría correr Maratón a un ritmo de 5:00 min/km, sin problemas. 
La duda que me queda es solamente como reaccionará mi rodilla, que no acaba de estar al 100%, en una ruta con tantas ondulaciones. Tratando de protegerme para no recaer en los problemas de tendinitis, no he entrenado carrera en colinas, ni de subida ni de bajada. Y las molestias no han desaparecido por completo. Así que el mayor temor es que las características de la ruta de Hopkinton a Boston me provoquen problemas en la rodilla convaleciente y eso pueda ser la causa de un mal desempeño.

El objetivo será conservador. Aunque me siento bien como para asaltar las 3 horas y media, tampoco quisiera arriesgar de más. La estrategia es correr la ruta completa a un ritmo lo más parejo posible entre 5:10 y 5:15 min/km. Si es así, un 3:40 está al alcance y ese será el objetivo en Boston. Lo que caiga de menos es bueno y cualquier segundo que logre recortar a las 3:40 será bienvenido. Pero si después de pasar Newton y su Heartbreak me siento muy bien, me iré por todas las canicas.


Hoy día faltan exactamente 2 semanas para el Gran Día y sigo recogiendo evidencias de que las cosas pueden salir bien en Boston. Me quedan 2 semanas más de Taper, en las cuales la sesión más pesada será de 16 kilómetros a ritmo de Maratón el próximo sábado. El resto de los entrenamientos será de descarga, todos bastante fáciles. Lo más difícil será mantener la boca cerrada para mantenerme en peso.

Sigo optimista.