Triatlón Querétaro 16

jueves, 22 de agosto de 2013

Corriendo en la Montaña. El Nevado de Toluca.

Correr en la Montaña es más que simplemente correr.

Hay rutas para correr en calle, hay pistas de tartán, hay caminadoras o bandas y gimnasios, hay de todo para correr, y de todo he intentado, pero salir a la montaña o al bosque a correr, es otro cantar. Nunca deja de intimidar el inicio de una corrida en las alturas, pero una vez que las piernas agarran ritmo y la mente se funde con el lugar y el momento, las sensaciones empiezan a fluir y las endorfinas empiezan a hacernos volar muy alto. Es realmente una maravilla.

Y dentro de esa clasificación de "Maravillas", una de las más maravillosas rutas de Trail es la del Nevado de Toluca. Hay en ella múltiples posibilidades y muchas combinaciones de recorridos, para muchas capacidades y para muchos gustos. A mí en lo particular me gusta iniciar en el punto denominado La Cadena, que es el segundo albergue alpino del lugar, a 4,200 metros sobre el nivel del mar. A partir de ahí, siguiendo el camino por la ladera norte del volcán, se arranca con una ligera pendiente hacia abajo, por un camino de roca volcánica, negra, que por momentos corre al borde del precipicio, lo que le da un sabor intenso de aventura a nuestro entreno.

Hacia el Oriente y en un día claro, después de correr poco más de 1 kilómetro, de repente aparecen muy en el horizonte el Popocatepetl y el Iztaccihuatl.
No es fácil el entreno en estos parajes; para los no iniciados en el arte de correr en las alturas, la falta de oxígeno cobrará factura desde el primer momento, por muy experimentados que seamos. El ritmo, de por sí distraído por el paisaje majestuoso, será obligadamente más lento de lo que nuestras corridas largas y lentas son en condiciones normales. Hay que prepararse mentalmente para correr por lo
menos 1 min/km más lento que lo habitual, pero con una percepción de esfuerzo muy superior. Las piernas se sentirán un poco flojas al inicio, tanto por las pendientes ascendentes, que en esta porción de la ruta no lo son tanto, como por la gran altitud. Respirar es diferente; se siente que los pulmones no se llenan y hay que hacer el esfuerzo de aspirar al máximo y al mismo tiempo mantener la respiración a ritmo.
Después de pasar por el tercer albergue, la pendiente se inclina hacia arriba, primero ligeramente hasta que por momentos se hace una subida empinada, pero el ritmo lento y la falta de oxígeno dominan la sensación, haciendo que la subida sea casi imperceptible para las piernas. Otra vez hacia el Oriente y viendo hacia abajo, el Valle de Toluca se domina por completo; los bosques, las montañas, las áreas urbanas, todo se observa como en una inmensa fotografía, en una macro vista espectacular e impresionante. Es posible observar como transitan las nubes velozmente sobre nosotros, rodeando el contorno del volcán. Increíblemente, esas mismas nubes en el horizonte, están abajo, pero al acercarse y cruzar por sobre el volcán, se desgarran en mil estelas blancas que contrastan su blancura contra el azul intensísimo del cielo de las alturas.
Conforme el camino nos acerca al cráter, abandona la ladera y se adentra en las entrañas de la montaña. Sorprende ver ganado vacuno en estos lugares, tratando tal vez de arrancarle un poco de líquenes a las rocas, casi resecos por la temporada de estiaje. El entorno se convierte en uno casi lunar, con grandes rocas volcánicas a la derecha y a la izquierda y de repente, casi exactamente al completar 5 kilómetros de recorrido... aparece al frente la Laguna de la Luna, la más pequeña de las dos que existen en el cráter del Nevado. Bordeada por los labios del cráter muestra escarcha en sus orillas, delatando su temperatura cercana a los 0 grados.
Al llegar a este punto, se agradece que el camino descienda hasta el espejo del agua, dándonos un ansiado respiro a las piernas y a los pulmones. Son más de 4,250 metros de altitud, y hay todavía que volver a subir para cruzar hacia la Laguna del Sol. Un pequeño pero empinado ascenso de regreso al camino principal, en donde las pulsaciones cardíacas seguramente irán por encima de nuestro 100% al trote y entonces aparece la gran Laguna del Sol, la mayor de las hermanas. Nuevamente un descenso que es como un bálsamo, hasta las playitas de la laguna más grande. Los labios del cráter nos rodean en todas direcciones. El Pico del Fraile, cima de la montaña, se empina sobre nosotros, dando la sensación de que se nos viene encima.
No es un terreno para correr a tope. Hay que hacer ritmo constante, pero lento, buscando mantener el estilo de la zancada sin alargarla ni acelerarla, pues el escaso oxígeno no lo permite. Hay que mantener el ritmo cardíaco, hay que mantener la respiración a tope y los beneficios de un entrenamiento extremo como éste se verán reflejados en nuestros desempeños de carrera en altitudes normales.
El regreso será más fácil. Una vez vencido el ascenso de salida de la Laguna del Sol y de vuelta en el camino principal, la pendiente es a favor casi todo el tiempo. El viento cambiante, estará en contra por momentos y será difícil, pues no es un viento manso, pero será como recorrer los últimos kilómetros de una buena carrera de calle. A mí me trae siempre una sensación de paz, de satisfacción inmensa llegar de regreso al albergue y terminar mis poco más de 10 kilómetros de carrera en las alturas.
Hay también otras rutas. Se puede iniciar desde el Parque de los Venados a 2,800 metros de altitud y hacer distancia hasta el cráter. Serán 16 kilómetros de ida con un ascenso muy retante los primeros 8 o 9 kilómetros, ideal para aquellos corredores muy avanzados o muy avezados. La bajada y el golpeteo en las piernas te quitará parte del beneficio, por eso yo prefiero hacer solo los 10 kilómetros de ida y vuelta hasta el cráter por la ladera norte. Si lo que quiero es hacer más distancia, siempre está la opción de repetir en circuito para completar 20 o 30 kilómetros, que ya son palabras mayores en esas altitudes. Hay también la posibilidad de cruzar el llamado Paso del Quetzal, en donde será difícil mantener el trote sin tener que caminar por algunos tramos. O bien, hay rutas como la que yo llamo la "Ruta del otro lado" que sale del Parque de los Venados por el lado sur del volcán, la cual es mucho más ondulada y después de unos 4 o 5 kilómetros se hace mucho más agreste y difícil, hay que correr por lugares en donde el camino es ya casi inexistente, peligroso, totalmente solitario, sumamente rocoso y cualquier caída es fractura segura y con riesgos que no me quiero imaginar. Pero hay otras múltiples opciones mucho más seguras y se pueden combinar las rutas al gusto del cliente.
Lo que sí no cambia es la belleza del lugar. Ya sea en temporada de lluvias o en temporada seca, que a mí me gusta mucho pues se disfruta mucho más el paisaje y la vista transparente del horizonte; o bien en invierno, en donde hay que ir preparado para soportar temperaturas de hasta 5 o 10 grados bajo cero y tal vez correr entre la nieve y el hielo.
Y ni hablar de los beneficios atléticos de correr en las alturas. Cuatro sesiones de 20 y 30 kilómetros insertadas dentro de un programa de preparación para Maratón, harán maravillas y casi volaremos en los 42 kilómetros a altitud normal.
Este es el Nevado, el colosal volcán de Toluca, que siempre nos espera a los corredores con los brazos abiertos. ¿quién se atreve?