Triatlón Querétaro 16

viernes, 21 de febrero de 2014

El Retorno de los Brujos

En los años 70's y en gran medida por influencia de dos de mis compañeros de secundaria, leí El Retorno de los Brujos, un libro que trataba de fenómenos para-normales, mundos y civilizaciones perdidos, de conexiones entre el nazismo y el esoterismo, de conocimientos ancestrales y maravillosos olvidados por el hombre, como la Alquimia y de muchos otros temas fantásticos de ese tipo.
Aunque por supuesto, desde aquellos años y hasta la fecha nunca eliminé mi escepticismo e incredulidad respecto de los temas que trataba el libro, siempre me pareció sumamente atractiva y entretenida la temática y leí los textos varias veces.


En mi trote nocturno de ayer, por alguna extraña razón vino a mi mente el libraco de referencia. Los 9 kilómetros de anoche, corridos la mayor parte a un ritmo de 5:15 min/km, ya relativamente cercano a mis ritmos previos a la lesión, fueron una sesión sumamente reconfortante, que reafirmó el sentimiento de que estoy saliendo del bache. En algún momento durante la corrida, la palabra "Retorno" revoloteó en mi cabeza y por simple similitud desenterró de mi memoria las lecturas de aquel Retorno de los Brujos.


Y conste que aún no me siento al 100%. Estos tres meses con Tendinitis severa en rodilla han tenido una evolución lenta, y difícil, con avances y retrocesos, justo como suelen evolucionar este tipo de lesiones. Pero hoy puedo (casi) decir que todo avanza muy bien y que mi objetivo de Correr Maratón de Boston el 21 de Abril próximo es totalmente accesible para mí.

Pero no se trata de un caso milagroso ni mucho menos. No ha habido ni brujos ni psíquicos involucrados, ni tampoco he aplicado recetas milagrosas ni Alquimia alguna. No hay ningún secreto revelado aquí. El Retorno de los Brujos no ha tenido nada que ver.

Simplemente he sido paciente, he seguido las indicaciones de mi médico y terapeuta y me he ayudado de toda la información sobre rehabilitación atlética que ha caído en mis manos. He seguido al pie de la letra el programa de rehabilitación y entrenamiento diseñado con ayuda de mi médico y como decimos en México, he tragado camote (he sido disciplinado y he pagado el precio).

Algunos pensarán que este Retorno a los entrenamientos sea de risa; sencillo, simple y muy fácil de lograr, pero ya pensándolo bien y poniendo estos 3 meses en perspectiva, en realidad no ha sido tan fácil. Ha dolido, y no solo la rodilla. Ha dolido el tratamiento, ha dolido el optimismo, ha dolido tener que dejar de correr un buen rato y ha dolido la posibilidad, que en algunos momentos parecía inevitable, de perderme Boston.

Ayer terminé la mejor semana de entrenamiento de los últimos 3 meses. Inicié el sábado con un trote de poco más de 2 horas. Y trote, estricta y exactamente trote más que cochinero, es lo que fue esa primera sesión de distancia en muchas semanas. Los 21 kilómetros salieron en 2:01:31, a un escuálido ritmo promedio de 5:46 min/km, pero prácticamente sin molestias. Sí, aún se siente rara la rodilla, rígida, como si al dar el paso los tendones se estiraran de más, pero sin causar dolor. Al término, después del hielo y el baño caliente y al día siguiente, no hubo absolutamente secuelas dolorosas, como sí las había habido las semanas anteriores.


El domingo continué con otro trote de 7 kilómetros en la pista de grava del Parque cercano, en 37:19, para un ritmo promedio de 5:19. Nada para sentirse orgulloso, pero ya empezando a sentir exigente el ritmo y con la respiración empezando a ser laboriosa. Seguí esa misma mañana con un rodaje en la MTB, de 38 kilómetros, a ritmo de paseo y con muchas pausas, acompañando a los participantes de Maratón Metepec, que se corrió en mi pueblo ese día.

Lunes y miércoles fueron de nado. El lunes, los 2 kilómetros fueron precedidos de 1 hora de pedaleo en bicicleta de spinning.
Martes fue de probar nuevamente la rodilla con un trote de 10 kilómetros en 55:57 y terminé mi semana con el rodaje de anoche ya descrito más arriba. Y hoy viernes me dispongo a descansar de toda actividad atlética.

Mi nueva semana de entrenamiento la inicio mañana sábado con otra tirada "larga". Serán 24 kilómetros, que intentaré correr a un ritmo aletargado, pero por abajo de los 5:40 min/km. Pero la velocidad y el ritmo no serán prioridad; lo que quiero es afianzar la confianza y el optimismo a través de una corrida larga y lenta, que no me cause molestias en mi rodilla y que después de correr no me deje dolor ni mucho menos inflamación. El domingo seguiré con una rodada de 30 kilómetros en la bici de ruta y una corrida de 10 kilómetros a ritmo de 5:30 min/km, si esto es posible y no me causa problemas.

Y si el fin de semana se logra completar según el plan, podré seguir con las posibilidades vivas de retomar un ritmo de entrenamiento ya prácticamente normal por ahí de la primera o segunda semana de Marzo. Quedará poco tiempo para un buen tune-up rumbo a Boston Marathon el día 21 de Abril, pero el desempeño allá no me importa tanto (eso digo ahora, quién sabe cuando ya se acerque la fecha). Si logro correr en Boston en el vecindario de las 3:45 horas, será para mí (y solo para mí) un logro tan grande o más que mi MMP en Maratón, lograda allá en el lejano 1988.


martes, 18 de febrero de 2014

Garmin Swim

Aprovechando una ida a la Cd. de México en días recientes, pasé al centro Comercial y en la tienda Martí vi en vivo y a todo color el nuevo juguete de Garmin: el Swim.
Ya había estado leyendo acerca de este nuevo modelo, especializado para Nado en alberca (poco práctico para nado en aguas abiertas). También había estado leyendo reviews y en general las opiniones eran favorables. Así que cuando tuve en las manos el relojito, no resistí la tentación y pronuncié inevitablemente el "me lo llevo".


Las primeras impresiones, ya con el reloj puesto pero mucho antes de usar el juguete en el agua, son también favorables. Es muy liviano, mucho más que cualquiera de los Garmin especializados para Triatlón (Forerunner 310 XT o 910 XT) y también mucho menos voluminoso y muy cómodo de llevar. El aspecto general es agradable, como de un reloj digital muy común aunque con algunos detalles que lo hacen agradable a la vista.
Para los que tenemos problemas para enfocar de cerca, es importante que el display y su información sean grandes y legibles y un primer vistazo en la tienda me dio la impresión de que, en efecto así era, aunque esta primera impresión cambió posteriormente. Los botones, su disposición y funcionalidad no son muy diferentes de cualquier otro reloj - cronómetro y su sensibilidad es justo la necesaria para no activarlos involuntariamente y para que respondan al primer toque. En general, la primera vista del reloj fue muy agradable y de inmediato pensé que no estaría en contra de usarlo en el día con día como reloj de uso común.



Al día siguiente a primera hora ya estaba en la alberca con mi nuevo Garmin Swim listo para probar.
Ya en el agua, cambió mi primera impresión respecto del display, pues ya con los googles puestos y el reloj en el agua, el display y sus caracteres no resultan tan fáciles de leer. A duras penas alcanzo a ver los datos completos, aunque después pude personalizar la pantalla para que los tiempos parciales y los tiempos de descanso de cada intervalo fueran lo suficientemente visibles. Pero por supuesto que éste sería un inconveniente solo para algunas personas y creo que la mayoría encontraría el display y su información suficientemente grande y legible ya durante el nado.


La función de conteo de intervalos es muy útil, pues aunque de cualquier manera ésta es información que inevitablemente llevamos en la cabeza al nadar, es muy común perder la cuenta de los largos nadados. El acumulado de distancia de intervalo que proporciona este reloj también es algo sumamente conveniente, sobre todo al hacer distancias largas, en las que también casi invariablemente se pierde la cuenta de las vueltas y acaba uno siempre con la duda de si la distancia nadada fue mayor o menor de la planeada.
Sobre todo cuando se trata de un chequeo, queda uno con la duda de si la distancia fue exacta o perdió uno la cuenta y si, consecuentemente, el ritmo calculado es el correcto. Con el Garmin Swim, es posible observar de reojo en las vueltas la distancia que lleva uno recorrida, de manera que no hay error posible y el tiempo y el ritmo registrados son siempre los correctos. Yo diría que ésta es la mayor ventaja del Garmin Swim.

El equipo se auxilia de un acelerómetro para detectar los largos; es decir, cuando el nadador hace contacto con la pared de la alberca, el equipo registra el tiempo transcurrido para esa vuelta y calcula el ritmo para la misma de manera exacta. Esto hace que, cuando por cualquier razón el nadador se detiene antes de completar la vuelta o largo, el reloj tome esta pausa como una vuelta y entonces la medición de tiempo, ritmo y distancia será incorrecta. En las horas pico en las que la alberca se satura, es común que haya interferencias entre los nadadores, teniendo ocasionalmente que detenerse a mitad de un largo. Éste es el único caso de inconveniente o falla que he detectado en la precisión de las mediciones, pero creo que es muy fácil de detectar y de corregir posteriormente cuando se sube la información a Garmin Connect.


Efectivamente el Garmin Swim tiene, al igual que el resto de los relojes de la marca, la posibilidad de conectarse a Garmin Connect para subir la información de las sesiones de nado y analizarla al detalle. Ya en el Garmin Connect no es muy agradable a la vista ni fácil de leer de un vistazo el gráfico con la información de los largos, distancias y tiempos parciales; es mucho más simple y efectivo leer las tablas de los parciales, en donde se puede ver toda la información de distancias totales y parciales y sus tiempos, así como una serie de métricas como calorías quemadas por parcial y totales, brazadas por parcial y totales, así como ritmos por parcial y totales. Se generan también datos relativos a la eficacia de nado, métrica que es una combinación del número de brazadas y tiempo en segundos por largo, información que no tiene mucho significado por sí sola, pero que es muy útil como referencia para ir midiendo el progreso a través del tiempo.


La calidad general de construcción y acabados del reloj son muy aceptables. Obviamente no es un Rolex ni mucho menos, pero es agradable a la vista, cómodo de llevar y para los que utilizamos relojes deportivos en el uso diario, es sumamente conveniente para llevarlo diariamente no solo en el entrenamiento; por lo menos bastante más cómodo y bonito que por ejemplo, cualquiera de los de la serie Forerunner. El costo es bastante accesible. Yo lo encontré en rebaja en Martí y pagué $2,700 pesos ya con el IVA incluido, que equivalen a $200 dólares aproximadamente.

En resumen, podría concluir comentando que el relojito tiene una muy buena relación costo / funcionalidad / calidad y que, con creces, valió la pena el gasto.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Frases, Frases, Frases...


“I can't imagine living and not running"
(No me imagino mi vida sin correr)
Paula Radcliffe, Maratonista (2:15:25)



"Alguna vez fuí Manager uterino"
Yogi_Berra, Catcher (NY Yankees)



"Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal"
Teresa de Calcuta, Religiosa



"Así es -suspiró el Coronel- la vida es la mejor cosa que se ha inventado"
Gabriel García Márquez, Colombiano residente en México



"Córtela en 4 partes; no creo que alcance a comerme 8"
Un Maratonista, al mesero de la pizzería



"El Maratón es 90% mental. La otra mitad es física"
Bloguero

"If I were to be remembered for anything at all, I would want it to be I was authentic. Nomás". 
(Si voy a ser recordado por algo, me gustaría que fuera porque fuí auténtico. Nomás)
Micah True, Nómada, Ultramaratonista, Gringo con corazón de Tarahumara



"Correr es la mejor medicina que existe"
Haile Gebrselassie, El mejor maratonista de la historia (2:03:59)



"I am so fast that last night in my hotel room, I turned the light switch off and I was in bed and sleeping before it got dark"
(Soy tan rápido que anoche en mi cuarto de hotel, apagué el switch de la luz y para cuando se fué la luz yo ya estaba en la cama)
Mohammad Ali, Ex- Campeón Mundial de Peso Completo.



"Nunca respondo una carta anónima".
Anónimo

"Nunca compraré una enciclopedia para mis hijos. Que vayan caminando a la escuela, como yo lo hice cuando era niño"
Yogi BerraCatcher (NY Yankees)

"Cuando la emoción del juego (o del Maratón) termina, queda solamente la frialdad de los números.
Pedro "El Mago" Septién. Cronista deportivo.


martes, 11 de febrero de 2014

Guitarras, Blues y Rock and Roll (Y unos cuantos kilómetros)


La música es compañera de muchos corredores. Hay corredores que en todos sus entrenamientos y competencias escuchan su música favorita. A algunos los motiva, les impone -hasta cierto punto- un ritmo de carrera o una cadencia. Se de otros que escuchan audiolibros mientras entrenan, aunque también conozco multitud de corredores que simplemente odian ir con la molestia de unos audífonos insertados en las orejas.


En mi caso, cuando corro Maratón o cualquier otra competencia, la música pasa a segundo término. Prefiero escuchar los gritos de apoyo del público, los diálogos que de repente se dan con algún competidor, ir atento al sonido de mi respiración y al de mis pies golpeando el pavimento; y en general, me gusta en esas ocasiones especiales, llevar abierto el canal e ir atento a los sonidos de la carrera.

Pero cuando se trata de entrenar, muchas de mis salidas las hago escuchando música. No tengo un tipo de música preferente. Dependiendo de la ruta a seguir, del tipo de entrenamiento, del ritmo planeado, de la hora del día, pero sobre todo del estado de ánimo, escojo la lista de reproducción que escucharé en esa sesión en el Ipod.

El sábado anterior hice la primera tirada de 16 kilómetros de mi preparación para Maratón, que en condiciones normales podría sonar a poco, pero que para mí, después de 3 meses de estar prácticamente parado, representó una señal importante de que por un lado, voy avanzando paulatinamente hacia una recuperación plena y por el otro, voy sentando las bases para un incremento hacia los niveles de resistencia que necesito para volver a correr Maratón en Abril 21.


Corrí a ritmo lento; más lento de lo que para mí sería normal en un entrenamiento de larga distancia para Maratón. El tiempo total de 1:33:40 de esta sesión confirman que fue una corrida lenta, pero muy lenta. En parte por la desconfianza que todavía tengo con mi rodilla y en parte porque 3 meses sin entrenar carrera me han dejado con poco o casi nada de fondo, pero el caso es que en forma natural fue saliendo este ritmo lentito, que aunque conforme avanzaba en mi sesión se iba avivando ligeramente, nunca bajó de los 5:30 min/km y al final promedió 5:51.

En el Ipod sonaba la nueva recopilación de 2013 del Crossroads Guitar Festival de Eric Clapton.
Como muchos saben, "Slowhand" Clapton fundó y mantiene un centro de tratamiento de adicciones en la isla de Antigua, en el Caribe. Este centro fue bautizado como Crossroads por este fantástico guitarrista originalmente rockero y más recientemente convertido a la religión del Blues, quién ha dedicado prácticamente cuerpo, alma y carrera al establecimiento, operación, mantenimiento y crecimiento de este refugio para enfermos de diferentes tipos de adicción. Para lograrlo, Clapton ha estado haciendo desde hace ya varios años, una serie de conciertos a beneficio de este centro, dentro de los cuales, los conciertos trianuales y  sus correspondientes álbumes de los Crossroads Guitar Festivals ocupan un lugar importante.


Al tiempo que iban cayendo los kilómetros, las sensaciones de una corrida a ritmo lento iban siendo cada vez más placenteras. El trotecito suave, sin esfuerzo, trajo consigo esa sensación de paz, de Flow que a veces se siente en las mejores carreras. Y la música, realmente extraordinaria. Uno tras otro, tocaban chingones de la vieja guardia no solo del Blues sino del Rock como B.B. King, Keith Richards, Albert Lee y otros; y por supuesto también la magia del propio Eric Clapton.

A veces perdemos de vista el objetivo principal de esta afición, que al menos para mí, es disfrutar, tener un momento para mí mismo, sentirme liberado de las presiones y el estrés diarios. Y entonces, la presión por lograr un determinado nivel de condición física, un resultado, un tiempo o un determinado lugar, nos hacen perder la perspectiva y dejar de disfrutar.

Pues bien, la del sábado fue una de esas ocasiones nada especiales, que terminan convirtiéndose en corridas memorables. La combinación de kilómetros a ritmo placentero con ánimo a tope al sentirme liberado de una lesión, más una muy pero muy buena música, hicieron de una corrida rutinaria un evento sumamente agradable, disfrutado al máximo, como hacía ya meses que no sucedía.


Renovador, ese es el calificativo justo para el entrenamiento de este sábado.





miércoles, 5 de febrero de 2014

Nueva York 1991, el Maratón de México. El Rescate de la Memoria.


En Febrero de 1991, mientras celebraba mi cumpleaños número 34 con mi esposa Ruth y mis hijos Ruth y Gerardo (Sarah no estaba ni en planes aún), tomé la decisión de viajar ese año al Maratón de Nueva York. Aunque tenía ya más de un par de años sin incursionar en la distancia de Filípides, era ya un maratonista experimentado y, aprovechando que un grupo de conocidos del club Lomas Raquet de San Luis Potosí estaban organizando el primer viaje al NYCM de los maratonistas de ese club, me uní a la legión de Potosinos en búsqueda de la gloria en la Gran Manzana.



Nunca imaginé que en ese viaje, iba yo a ser testigo de una de las páginas doradas escritas por los maratonistas mexicanos. 


Si bien en esos años los corredores mexicanos ya acaparaban los primeros lugares de las carreras más prestigiosas en Estados Unidos, los triunfos en los maratones de primerísimo nivel en el mundo eran incipientes. Aparte de los triunfos de Rodolfo Gómez, Alejandro Cruz había ganado Chicago en 1988. Ese mismo año de 91, Maurilio Castillo había ganado Tokio con una muy buena marca para la época, de 2:10:47 y Dionisio Cerón había estado a punto de ganar Rotterdam, al entrar en segundo lugar con un 2:10:02.


El keniano Ibrahim Hussein, que había ganado Boston la primavera de ese año, era el gran favorito para ganar el maratón de Nueva York de 1991. Los aztecas Andrés Espinoza, Isidro Rico y Salvador “El Halcón” García, destacados corredores mexicanos ya consagrados en nuestro país, eran los principales representantes de México.
Un par de años atrás yo había visto a Salvador García triunfar en el Maratón Tangamanga. En esa ocasión, ganó tan fácilmente que en tramos de la carrera iba tarareando y cantando corridos de narcos, muy de moda en ese entonces. Antes de esto, ya había ganado el Maratón de Puebla y algunos otros y había estado participando constantemente en carreras de ruta en Estados Unidos. 



Era un tipo muy excéntrico. El viernes previo al Maratón de Nueva York, nos lo topamos mi esposa y yo en la expo. Iba con una boina al estilo del Che Guevara, zapatos blancos de charol y un traje azul marino ¡de terciopelo! Andaba muy cariñoso con una rubia, que después supe que era europea, no recuerdo de qué país. Muy guapa. Contrastaba notablemente lo sexy de la chica con el look estrafalario del Halcón.



Salvador “El Halcón Tarasco” García, conjuntamente con Andrés Espinoza e Isidro Rico, no eran considerados ni remotamente dentro del grupo de favoritos. Se sabía que, como todos los corredores mexicanos, eran aguerridos, pero no les otorgaban ninguna posibilidad de subirse al podio. Sin embargo, las estrellas en el cielo ya se estaban alineando para que todo fuera diferente y se vislumbraba ya el surgimiento de una gran generación de maratonistas mexicanos, con el ya mencionado triunfo de Maurilio en Tokio y el subcampeonato de Dionisio en Rotterdam en ese año de 1991, e incluso, un día antes del New York City Marathon que se corría ese fin de semana, otros dos mexicanos habían hecho el 1 – 2 en el Marine Corps Marathon en Washington: Carlos Rivas, había sido el triunfador y René Guerrero el segundo lugar. Pero los expertos seguían considerando a los corredores de siempre como los más probables triunfadores en la Gran Manzana.


La madrugada del domingo, día del Maratón, finalmente llegó. Sonó mi despertador a las 3:30 AM, desayuné y completé todo el ritual de preparación para la carrera. Había esperado con tremenda ansia ese momento durante todo el año. Desafortunadamente, no llegaba en óptimas condiciones; había tenido que estar trabajando un par de meses en la Ciudad de México, yendo y viniendo todos los fines de semana. No había podido darle gran consistencia a mi programa de entrenamiento. A pesar de ello, me sentía con preparación suficiente para fijarme un objetivo de tiempo de 3:00 horas, que en aquella época era bastante alcanzable para mí.

Ya formado en mi corral correspondiente, hice lo que todo mundo hacía: me quité mi sudadera y pants y los tiré a la orilla de la calle. El cañonazo de salida se escuchó como tal: como un tremendo cañonazo que me removió todas las entrañas, tanto por el sonido estruendoso como por la emoción del inicio de la carrera. Imposible correr a ritmo los primeros tramos. En el puente Verrazano la emoción me sobrecogió increíblemente. No era época aún de las cámaras digitales, pero hubiera dado cualquier cosa por haber podido capturar en una foto las imágenes de ese momento. Poco a poco se fue abriendo la multitud de corredores y fue posible tomar un ritmo más decente.



En la punta de la carrera, muy pronto empezaron a dar color los contendientes que tenían posibilidades de triunfo, pero fue hasta después de la mitad de la carrera, al cruzar el puente de Queensboro, donde el pelotón se redujo a solo 3 contendientes, dentro de los que estaban dos mexicanos. El gran Halcón García iba en la pelea. También el chaparrito Andrés Espinoza se mantenía en la punta y, además de los dos mexicanos, solo el gran favorito Ibrahim Hussein se mantenía con vida. Otro gran favorito, Juma Ikangaa de Tanzania, no había soportado el paso y se había quedado rezagado.


Al llegar a la mitad de la carrera y ver la marca de la milla 13, yo me seguía sintiendo perfectamente bien. El paso que llevaba había tenido que ser más lento que el planeado, principalmente porque no se podía correr libremente por tanta gente, pues yo no estaba acostumbrado a carreras multitudinarias, pero también por las exigencias de la ruta, la extrema dificultad de los putos puentes y el clima, que tampoco ayudaba. Por otra parte, mi ánimo era fabuloso y la euforia cada vez se iba apoderando de mí, en parte por la gran cantidad de mexicanos en las calles, que gritaban y gritaban muy emocionados, pues adelante iban dos mexicanos lidereando la carrera, lo que nos dejaba a la paisanada tremendamente emocionada para cuando los de más atrás pasábamos. Al llegar a la First Avenue, por ahí de la milla 16, la gritería era ensordecedora y lo digo sin exagerar. Muchísimos mexicanos, muchos más que en el resto del trayecto, gritando, echando porras y animando a los corredores que identificaban como compatriotas; y como yo llevaba una camiseta y short en con los colores patrios y la leyenda de “México” en el pecho y en la espalda, toda la chicanada me gritaba muchísimo. La emoción era extraordinaria. Hubo momentos en que el nudo en la garganta casi se convirtió en más que eso, verdaderamente. Fue una emoción extraordinaria, sobre todo en ese tramo, pero también en casi toda la ruta. Normalmente en la salida y principalmente en la llegada de competencias importantes, las emociones se nos agolpan a los corredores, pero nunca como en esa ocasión he sentido tal emoción durante el trayecto de una carrera.


Alrededor del kilómetro 30, El Halcón García empezó a acelerar ligeramente. Poco a poco se fue despegando de los otros dos corredores punteros; al final, Hussein comentó que había pensado que el movimiento del Halcón era solo para probarlo y que lo podría alcanzar poco después, una vez que el Halcón regresara a su ritmo anterior. Nuestro otro compatriota, Andrés Espinoza por su parte, también comentó al final el movimiento del Halcón. Dijo que él sabía que Salvador García no estaba blofeando, que venía muy fuerte y que el jalón que estaba dando era definitivo, así que se concentró en darle la batalla a Hussein y dejar ir al Halcón hacia la victoria.


Al final, Salvador “El Halcón” García entró primero a la meta, con un tiempazo para aquella época, de 2:09:28. Por su parte, Andrés Espinoza entró en segundo lugar, con 2:10:00 e Ibrahim Hussein terminó tercero con 2:11:07. Fue una tremenda demostración del poderío de los maratonistas mexicanos y de cómo toda una generación de grandes atletas de nuestro país estaban irrumpiendo en la élite mundial del maratón. A partir de ahí, los triunfos mexicanos continuaron por varios años.



Ya dentro de Central Park, el ruido y los gritos no disminuyeron y la emoción en mí seguía creciendo hasta desbordarse. Desde la primera vez que alcancé a ver la meta logré distinguir el tablero con el tiempo. Faltaban tal vez unos 100 metros cuando alcancé a escuchar a mi esposa, gritándome tal vez más emocionada de lo que yo iba ya en ese momento. Es la única ocasión (De verdad, no ha habido otra; cursi no soy), en la que las lágrimas de cocodrilo se me salieron al llegar a la meta. Mi tiempo de 3:08:19, muy malo para mis expectativas y para mis estándares de aquellos años, fue lo de menos. 


En el área de recuperación, identifiqué a otros corredores mexicanos y a sus familiares o amigos. La euforia por el triunfo de los dos mexicanos era grande. Todo mundo estaba muy emocionado por ello y se organizaban porras a México; un ambiente muy bonito y que no he vuelto a vivir en ninguna otra ocasión en una carrera. Después de una tortuosa y agonizante caminata hacia el punto de reunión acordado en Columbus Circle, llegué a donde mi esposa y fue ese también un momento muy emotivo e inolvidable. Un par de horas después de mi llegada a la meta logramos reagruparnos el contingente de club Raquet de San Luis Potosí con los que iba e igualmente todos estaban eufóricos tanto por la carrera como por el triunfo de nuestros compatriotas. Nos fuimos al hotel y ese fue el final de la más grande aventura de maratón que he vivido.

martes, 4 de febrero de 2014

75 Días para Boston Marathon

La semana anterior ha sido excepcional. Después de 3 meses de lesión en rodilla y convalecencia, por fin las cosas empiezan a tomar un buen rumbo. He tenido que improvisar un programa de entrenamiento que me permita ir avanzando muy paulatinamente en mi recuperación, sin recaer en la lesión de mi rodilla, pero al mismo tiempo que me vaya redituando avances en mi acondicionamiento físico general. Boston Marathon está a menos de 80 días de distancia y hay solamente el tiempo justo para levantar el nivel para ir a hacer un papel escasamente decoroso.


El lunes de hace 8 días tocó descanso activo, según mi programa. Pero aquello de descanso es solo espejismo, pues he de quemar calorías a marchas forzadas en estos próximos meses. Así que la hora de bicicleta fija seguidos de los 2500 metros de nado en 1:03:13 no fueron nada fáciles.

Pero el martes era un día clave: tocaba un trote de 10 kilómetros, el primero en esa distancia en muchos meses. Lo hice en la banda, por aquello de aprovechar el amortiguamiento del aparato para minimizar el impacto en mi rodilla. El ritmo no era para nada importante, pero por más que quise, fue imposible no intentar ir lo más rápido que mis miedos me permitieran. El ritmo promedio salió a 6:20 min/km, una miseria comparado con lo que se supone que para mí es un ritmo normal de entrenamiento para Maratón, que no debería de subir de los 5:20 min/km. La buena noticia es que el cuerpo me pedía más; durante el trote a ese ritmo, el pulso no subió de mi 70% en ningún momento. Terminé con sensación de que necesitaba un poco más.


Miércoles.- Nuevamente la alberca fue mi anfitrión. Los 2500 metros nadados en 1:01:18 no son para espantar a nadie y esa era precisamente la idea: trabajar un poco el aparato cardio-respiratorio, al tiempo que las piernas y en especial la rodilla, tomaban un descanso.

El jueves fue nuevamente de cochinero: 6 kilómetros de trotecito confirmatorio de que mi rodilla va progresando. El viernes, descanso total, con solamente algunos ejercicios de abdominales y espalda baja y algo de trabajo de fortalecimiento de piernas con polainas de 400 gramos.

Para el sábado estaba reservada una prueba muy importante. Iríamos por 14 kilómetros, a un paso ya más cercano a mi ritmo normal de entrenamiento. Se trataba prácticamente de un control de daños, a menos de 3 meses del gran reto en Boston. Básicamente, tengo que saber si el estado actual de mi rodilla y de mi estado físico general son los mínimos suficientes para embarcarme en un viaje de 11 semanas, en el que progresivamente y un poco abruptamente, deberé de alcanzar el nivel necesario para correr 42 kilómetros en un tiempo no muy alejado de las 3:30 horas. Si los 14 kilómetros resultan en sensaciones favorables, tal vez pueda considerarme listo para tomar el "Barco a Venus", como dice la canción de Mecano.

Puse un ritmo en la caminadora de 11 kms/hr, que equivalen a un modesto 5:30 min/km. A los 15 minutos hice un receso de 1 minuto, en el que caminé a 7 kms/hr, solo para cumplir con la recomendación de los expertos, de evitar al máximo los trotes continuos en este período de recuperación, más no porque realmente lo necesitara. Retomé mi ritmo de 5:30 min/km por otros 15 minutos, pero esta vez lo interrumpí por solo 30 segundos de caminata a 7 km/hr. Volví a reanudar para ya no parar hasta que el display de la caminadora marcó una distancia recorrida de 14 kilómetros. El tiempo fué de 1:18:01, para un ritmo promedio, ya incluyendo los dos tramos de caminata, de 5:34 min/km. Lo mejor de todo fue que la rodilla jodida apenas se enteró, aunque debo reconocer que después de enfriarse, sentí cierta rigidez en los ligamentos laterales y alguna molestia al extender la rodilla al 100%. Pero todo fue pasajero y al día siguiente estaba como nuevo, para repetir la hazaña.

El domingo fue día de sacar la bici. Inicié con 30 kilómetros en un circuito cercano a casa, que completé en 1:01:08. Tampoco fue nada malo el ritmo, considerando los varios meses sin voltear a ver a la de Aluminio con ruedas. Y también sin malas señales de la rodilla. Pero venía lo más importante: 6 kilómetros en la pista de grava del Parque Providencia, con transición rápida solo el tiempo suficiente para cambiar los cleats por los Nike Pegasus. Una vez pasados los 2 o 3 minutos de sensación de piernas locas, resultantes de los 30 kilómetros en la bici, el ritmo del trote salió automáticamente en el vecindario de los 5:30 min/km más o menos. Y sin ninguna sensación molesta ni nada. Al final, paré justo a los 6 kilómetros en un crono de 33:36, para un ritmo promedio de 5:36. Totalmente cochineros, como dirían los blogueros de la Península Ibérica o sus islas circunvecinas, pero por el contrario, totalmente motivantes para mí y sintomáticos de que las cosas marchan.


Los totales de la semana fueron también alentadores. Un total de 36 kilómetros de trote, que para mis estándares es una cifra paupérrima, pero que significa un banderazo de salida para mi programa formal rumbo a Boston. Los 5 kilómetros de nado en la semana también son pocos y los 30 kilómetros pedaleados también, pero todo va sumando y ayudando a controlar el peso.

Al día de hoy 4 de Febrero, quedan exactamente 75 días para el gran día en Boston. ¿Suficientes para llegar en condiciones óptimas a Boston? Creo que no. Dadas las condiciones en que actualmente me encuentro, difícilmente podré alcanzar mi mejor estado físico de aquí al Patriot's Day (21 de Abril), pero todo sigue indicando que, por lo menos, ese día podré correr Boston Marathon a título de suficiencia.