Triatlón Querétaro 16

martes, 23 de junio de 2015

Triatlón San Gil 70.3 millas. La Crónica...

Desde mucho antes de la salida me sentía nervioso; hay pocas cosas nuevas que uno puede hacer a mi edad y ante mi tenía, justamente, el reto nuevo y nada fácil para mí, de hacer un triatlón de media distancia (1.9, 90, 21.1 Km) en alrededor de 6 horas. Y por si esto fuera poco, me había impuesto la obligación de entrar en los primeros 3 lugares de mi categoría. Mis compañeros triatletas del CEENME y del SportCity me decían que yo podía, en un día perfecto, terminar en un lujoso 5:30 horas. ¡Y yo me la creí!. Tenía mis íntimas dudas, por supuesto, pero estaba casi convencido de que si no un 5:30, algo cercano al 5:45 sí era perfectamente posible. Y si lo hacía, el podio venía en paquete.


No había nadado ni 300 metros cuando ya me sentía desesperado. Soplaba una brisita que ondulaba la superficie del estanque y no dejaba ver casi nada. Una pausita, con el pretexto de acomodarme bien los gogles, no le iba a agregar más de 15 o 20 segundos a mi tiempo. La realidad fue que esa pequeña pausa se repitió no se cuantas veces: dejaba de nadar y trataba de ubicar mi posición en el trayecto, sin lograrlo. Escasamente veía la margen de la laguna y a lo lejos, lejísimos, veía la siguiente boya. Por increíble que parezca, en la primera mitad del nado nunca pensé en enfocarme ni en calmarme; me dejé llevar por la presión y los nervios, inconscientemente.
En algún momento sentí el intenso deseo de acercarme a la orilla, cuando la ruta lo permitiera, para tratar de poner pie al fondo aunque fuera por un momento, pero logré contenerme. En la enésima pausa, se me ocurrió ver el reloj y me enteré de que ya llevaba nadados casi 1,000 metros. Fue como el toque de una varita mágica. La desesperación y nervios empezaron a irse; conscientemente traté de enfocarme y lo logré; automáticamente empecé a avanzar mucho mejor y más rápido y no volví a detenerme. De todos modos, el daño ya estaba hecho y terminé el tramo de nado en más de 13 minutos por encima del objetivo.


Cuando llegué a la zona de transición, el tramo de mi categoría ya estaba prácticamente vacío de bicicletas . El voluntario me entregó mi bolsa de T1, me cambié rápido y monté en la bicicleta. No había transcurrido ni un kilómetro, cuando un competidor me rebasó en la curva de bajada que hay en el puente de salida, solo para ir a estrellarse con un poste de alumbrado unos metros más adelante. Lo alcancé a ver como levantaba la cabeza con la mirada perdida. Supongo que se golpeó muy fuerte, espero que esté bien.

A partir del kilómetro 10 de la ruta ciclista empezó el Rock and Roll. La subida, primero gentil, después en columpios interminables y, después de la desviación a Huimilpan casi constante y empinada, empezó a cobrar factura en los más débiles. Empecé a rebasar a algunos corredores de mi categoría, pero la ruta es perrísima y en algunos tramos la velocidad no llegaba a los 13 o 14 km/hr. Al terminar las subidas del columpio en turno, se avanzaba muy rápido; llegué a registrar velocidades cercanas a los 60 Km/hr. El pavimento está, en unos dos tercios de su longitud, en buenas o muy buenas condiciones, pero hay algunos otros tramos muy cacarizos o incluso con baches, que hacían la bajada peligrosa, razón por la cual no se podía uno dejar ir y tenías que ir aplicando freno para controlar un poco la velocidad. Después de regresar de la desviación, continuamos hacia Amealco, con otra subida espectacular. Por supuesto que nada comparable a las escaladas que uno ve en la televisión en las transmisiones del Tour de France, pero yo las veía mucho más empinadas. Y las piernas estaban de acuerdo. Era muy difícil mantener un ritmo constante y cuando el columpio terminaba, el descanso era brevísimo, solo para continuar con otro aún más empinado.


Por fin llegó el retorno en el kilómetro 55 y a partir de ahí todo fue emoción a mil por hora. No tanto así llegaba la velocidad, pero el pavimento bueno y la pendiente negativa favorecían las altísimas velocidades y como la carretera estaba cerrada 100% al tráfico, teníamos el camino abierto de brazos para correr. Más de la mitad de los kilómetros restantes fueron de bajada y el resto casi plano, por lo que había que ir atentísimo al camino para no parpadear ni cometer ninguna tontería. La emoción de la velocidad, repito, se iba al tope; el ruido del viento contra el casco se escuchaba espectacular. Fue la porción más emocionante y bonita de toda la carrera. Una experiencia difícil de igualar en ninguna otra ruta, por las características de ésta y sobre todo, por la seguridad que da el saber que no hay absolutamente ningún otro vehículo más que bicicletas y alguna que otra motocicleta en la ruta. Simplemente espectacular.

Desde antes del retorno en el kilómetro 55, se empezó a sentir el rigor de la ruta en las piernas y aunque venía siguiendo al pie de la letra el plan de hidratación y alimentación a base de Gatorade, Gel Gu y Gu Chomps, empecé a sentir algo de pesadez en las extremidades. A pesar de eso, me sentí en general fuerte en el tramo de ciclismo, pero definitivamente el régimen de entrenamiento que seguí, a base de sesiones de circuito prácticamente plano, no es lo mejor para esta ruta.


Al salir a correr, no sentí nada extraño en las piernas. Esa sí fue una excelente señal. La sensación de que las piernas van por el lado y al ritmo que ellas quieren mientras que tú intentas algo totalmente diferente, no apareció. Me sentí de maravilla, pero me asusté. El primer vistazo al Garmin me reveló un ritmo de 4:45 min/km, pero el calor y el solazo ya estaban sintiéndose, así que pensé que más valía trote que dure y ajusté el paso a 5:00. El pavimento de adoquín es muy incómodo y agresivo; yo había decidido correr con los Asics GEL Noosa, en lugar de los Nike Structure. ¡Error, marcó la pizarra!. Muy pronto me empezó a doler la bola del pie derecho (la zona junto al dedo gordo), pero afortunadamente nunca progresó la molestia hasta grados que impidieran correr correctamente.

Hasta el kilómetro 5 o 6 el ritmo se mantuvo parejito en el vecindario de los 5:00 min/km, pero a partir de la recta interminable en la zona que le llaman el "Triángulo de las Bermudas", poco a poco el ritmo se fue a los 5:30, casi sin sentir. Un poco desorientado por el circuito tan tortuoso, me sorprendió un poco que de pronto estaba ya en el kilómetro 10 y mi familia estaba ahí gritando y tomándome fotos y video, justo en la marca de la 1a. vuelta. Pero para entonces, el ritmo ya se iba más hacia el 6:00 que hacia el 5:30. En una competencia de este tipo, tan larga y que se corre a un ritmo menos intenso, el muro se siente diferente; no es como en el maratón, en donde uno literalmente se estrella con la pared. Aquí es paulatino y vas sintiendo como la Pájara es más y más descarada y te va descargando todo su peso paulatinamente. Por momentos, sobre todo cuando tomaba hielo en los puestos de abastecimiento y me lo ponía abajo de la gorra, sentía como el paso se avivaba, pero no por mucho tramo. Supe que el objetivo de las 6:00 horas ya no se lograría; también supe que subir al podio solo había sido un sueño guajiro. Pero me sentía animado, feliz de sentir la certeza de que iba a terminar. Una señora me gritó: "Ánimo, que aunque a gatas, pero llegamos". Yo contesté "Si Señor" y los gritos y porras de allá para acá no se hicieron esperar.


En el kilómetro 18 me alcanzó un corredor ya mayorcito. Rápidamente observé la calca con la "H" en su pantorrilla. ¡Es de mi categoría!. No iba a dejarlo ir. Me pegué a su lado y nos fuimos jalando juntos hasta el puesto de abasto, donde el se quedó unos metros atrás. Para entonces, la euforia ya estaba en talla XXL y el agotamiento ya había pasado al olvido (aunque las piernas no lo sabían y seguían a 6:00). Pero el viejito de la H me volvió a alcanzar ya en el kilómetro 20; tercamente quería llegar a la meta adelante de mí y yo no se lo iba a permitir. Faltaba solo 1 kilómetro y "aceleré". Logré sacarle casi 20 segundos en ese último kilómetro. Pero lo mejor del mismo fue que pronto aparecieron los carriles de llegada; "aceleré" aún más y entré a la meta. Me eché una "apeadita", como dicen en mi pueblo. Más que apeadita, lo que hice fue acostarme en la sombrita, justo después de la meta. Llegó el paramédico y me preguntó si estaba bien. Solo le levanté el pulgar y me dejó reposar. Después llegó un tipo vestido de blanco, con logos de Challenge San Gil por todas partes y, aún yo acostado, me dio un apretón de manos. Lo recibí con gusto: Misión Cumplida.
Lo volveré a hacer una y otra vez.

https://connect.garmin.com/modern/activity/811660137


Tramo de nado, 1.9 Km.- 56:38
Transición 1.- 0:05:54
Tramo de Ciclismo, 90 Km.- 3:15:56
Transición 2.- 0:03:04
Tramo de Carrera, 21.1 Km.- 2:05:12
TOTAL TIEMPO CHIP.- 6:26:46