Triatlón Querétaro 16

jueves, 21 de julio de 2016

Triatlón Challenge San Gil 2016 (70.3)

PREVIEW...

Iba a ser mi última competencia en el Club.

Después de 5 años de pertenecer al CEENME ANTROPO, el Club de Triatlón más pequeño de Toluca, Metepec y Anexas, pero el de más éxitos y Podiums en los últimos años, había decidido hacer una pausa y buscar otros horizontes.

El sábado en el ingreso de bicicletas a la zona de transición, nos encontramos mi Coach Jaime Becerra, su esposa, una ex-compañera del grupo, otra compañera que sigue activa y yo. Fue un momento emotivo: mi despedida después de 5 años. Y qué mejor lugar que enmedio de las super-bicicletas de cientos de Triatletas que al día siguiente íbamos a disfrutar/sufrir juntos Triatlón San Gil. Hubo saludos, abrazos y una despedida que quería arrepentirse. Pero las cosas se hacen y se hacen bien y la decisión ya está tomada. Aprendí muchísimo con mi Coach y los entrenadores del Club, disfruté y me divertí muchísimo en el grupo y el CEENME será parte de mis más bellos recuerdos. Tal vez hasta que un día no lejano decida volver, lo que no es imposible.

A las 5:30 de la tarde ya estaba en el hotel, durmiendo la siesta. A las 9 de la noche pedí una chapata de jamón con mucha cebolla y lechuga orejona, revisé mis accesorios de competencia y dejé listo el glorioso uniforme del CEENME, que iba a portar por última vez al día siguiente...

AGUA...
Las primeras brazadas en el lago artificial donde se hace el tramo de nado fueron, como en todos los triatlones, algo incómodas, pero salvo alguno que otro arrimón, fue una salida relativamente tranquila. No me preocupé mucho al principio de asomar la cabeza para mantener el rumbo, pues respirando del lado izquierdo podía ver la margen cercana del lago y eso, junto con la manada de nadadores, me daba referencia para poder navegar en dirección correcta. Pero conforme fuimos avanzando y se tenía que localizar las boyas en los cambios de dirección, sí hubo que ir alternando algo de nado de río.

Poco a poco, conforme se fueron calentando músculos y articulaciones, las brazadas cada vez se fueron haciendo más amplias y buscando apoyarme más. Para la segunda parte del trayecto, ya la respiración se sentía muy profunda y agitada, como debe ser si estás nadando en competencia, señal de que el ritmo era a todo lo que me daban mis capacidades. Me sorprendía un poco que no me atropellaban las oleadas de nadadores que salieron atrás de la mía, cosa que me animaba pues me confirmaba que no iba nadando tan lento. Se sentía bien el nado; la sensación empezó a ser de "que no se acabe, que no se acabe", que haya agua para nadar todo el día. 

Pero después de nadar en medio círculo al bordear una pequeña ensenada del lago, vi por primera vez la meta del tramo. Después calculé que en ese punto faltaban unos 300 metros, pero en ese momento y al sentir que faltaba ya muy poco, empezó a sentirse la aceleración mental. Cada vez que me asomaba para ver hacia adelante faltaba menos, pero por más que intensificaba patada y brazada, el final no llegaba y no llegaba. Por fin llegué, salí del agua, crucé los tapetes y chequé mi tiempo: menos de 40 minutos. Nada mal, pero absolutamente nada mal para los 1900 metros exactos que marcó mi Garmin. Todo iniciaba según el plan: ahora a por el avión, que hay que treparse a la Sierra Gorda. 

PEDAL...
No encontraron los voluntarios rápidamente mi bolsa de arreos de ciclismo, pero el retraso fue mínimo. Lo más rápido (o lo menos lento) que pude, boté el neopreno, me puse casco, lentes y calcetas y llegué a tomar la Kestrel que ya estaba lista con las zapatillas enganchadas y más ansiosa que yo.

La subida empieza tranquila. Las rodillas, que se sentían como flojas al salir del agua y empezar a pedalear, ahora ya van normales. Al llegar al kilómetro 10, damos vuelta a la derecha rumbo a Sanfandila. Siguen algunas subidas no tan difíciles, y más porque las piernas van frescas. En este tramo todavía vamos mezclados con los de la distancia Sprint, por lo que la ruta se hace un poco peligrosa por las maniobras atrabancadas de algunos novatos. Llegamos de regreso a la desviación y ahora sí, seguimos con la subida de a deveras, rumbo a Amealco, ya solamente los que vamos por los 90 kilómetros. El ascenso es casi constante durante 30 kilómetros; hay que mantener alta la frecuencia de pedaleo con el plato chico y los piñones grandes, pero aún así las piernas lo resienten y los cuadríceps empiezan a quemar por momentos. 

Por el kilómetro 50 me rebasa mi compañera de equipo del CEENME, pero es normal porque es una fiera con pedales; ella arrancó 5 minutos después que yo en el nado, por lo que yo esperaba que me rebasara desde los primeros kilómetros de la ruta, así que no voy tan mal sino al contrario. Y la sensación es buena. Todo va de maravilla hasta aquí, no me falta fuerza para subir, voy entero, bebiendo cada 15 minutos y comiendo cada hora; y falta la bajada, que ya quiero que llegue.

Y la bajada llega. Poco antes del kilómetro 60 terminamos de subir, damos una vuelta en U y empezamos a descender.
Los casi 30 kilómetros de subida son ahora de bajada. Por momentos el Garmin registra 60 km/hr. El zumbido del viento es impresionante y con solo agachar la cabeza y encoger los hombros se incrementa la velocidad. Es la parte más emocionante de la ruta y de toda la competencia. Los caminos están cerrados a todo tráfico y solo triatletas circulamos por la carretera, lo que da una seguridad que anima a no bajar el ritmo.



Muy pronto termina la bajada y el descenso se convierte en 3 o 4 kilómetros de terreno semi-ondulado, en los que hay que imprimirle fuerza a los pedales para mantener una velocidad decente. Las piernas no se sienten como antes de empezar pero repaso mentalmente lo que me falta y no siento que no haya con qué; quedan piernas todavía para los 21 kilómetros de carrera. Llego al puente que cruza la Autopista a México y termino el tramo de ciclismo en 3:05:01 horas. Nuevamente muy bien. La mejora respecto de las 3:15 del año pasado no impresiona tanto como los 17 minutos menos en el nado, pero aún así me siento contento. Si hubiera hecho 3:08 en esas condiciones de topografía, habría sido excelente; 3:05 es increíble para mí.

TIERRA...
La segunda transición es rápida. En poco más de 3 minutos ya dejé la bici, crucé la zona de transición, me puse gorra y tenis e inicié la carrera a pie.
Casi al iniciar, mi Coach me da las últimas indicaciones a gritos: "reserva fuerzas la primera vuelta, bebe en cada estación y come cada 45 minutos". Mi ritmo de los primeros kilómetros es "espectacular". Bueno, siempre y cuando espectacular signifique algo así como 5:10 min/km. Después del kilómetro 5, las piernas empiezan a resentir el trabajo. Mis benditas y sexagenarias rodillas empiezan, como siempre, a doler. Bajo un poco el ritmo, tratando de ahorrar fuerzas y poco a poco me acerco al kilómetro 10, pero el ritmo poco a poco ha ido bajando, llegando a los 6:00 min/km. 

La segunda vuelta no es para esquimales. El calor se siente fuerte, aunque por breves momentos la brisa refresca un poco, pero en general el calor se me empieza a acumular en el cuerpo y el reto ahora es sobrevivir. Olvidé comer el gel del kilómetro 7 y en el 11 o 12 lo busco en mi cinturón, sin encontrarlo. Ya no hay gel ni para el 7 ni para el 14; nunca supe en qué momento los perdí. Ahora ya solo quiero terminar abajo de las 6 horas. Pero no hay paso: ya no doy más y poco a poco veo como el Garmin se acerca a mi tiempo objetivo máximo de 6 horas. 



En esos pensamientos fatalistas voy, cuando veo una pierna con la letra "H" marcada en su pantorrilla. ¡Es un competidor de mi categoría!. Lo alcanzo y le pregunto ¿como vamos?. "La espalda me viene matando" me responde. "¿Cuántos van adelante?" pregunto y nuevamente me responde: "a ese ritmo ganas podio". ¡Sentí el impulso casi como si me pusieran un cuete atrás! faltan todavía 5 o 6 eternos kilómetros para terminar, pero la posibilidad de subirme al podio me reanima. Trato de no parar a caminar en ningún momento, aunque el ritmo no me importa, solo que ningún "H" me alcance.

Al ver el anuncio del kilómetro 20, siento como si reviviera. No hay fatiga, no hay cansancio, solo deseo de llegar a meta. Llego a donde los conos marcan un sendero para la llegada. No creo que mi ritmo fuera de mucho menos de 6 min/km. pero de todos modos yo siento como si volara, y llego a Meta...

SUELO...
Cruzo la meta sintiendo una mezcla de euforia, temor e incertidumbre. ¿Gané podio o entraron más de 3 competidores de mi categoría antes que yo? Me paro justo antes de que me cuelguen la medalla, me inclino para tomar aire y... ¡Suelo! Allá voy de boca al pasto. Siento como que estoy entre nubes, cierro los ojos y me dispongo a dormir, cuando alguien me pregunta "¿estás bien?". Solo un poco mareado, respondo, dame un minuto. Me quedo acostado boca abajo uno o tal vez dos minutos, con el paramédico vaciándome una botella de agua en la cabeza. Me ayuda a levantarme, me cuelgan mi medalla, me llevan a la carpa de primeros auxilios. Me voy, necesito saber si gané podio...

EPÍLOGO...
Tiempo nado.- 0:39:43
T1.- 0:08:16
Tiempo Ciclismo.- 3:05:01
T2.- 0:03:08
Tiempo Carrera a pie.- 2:09:02
Tiempo Total.- 6:05:12
3er. Lugar de Categoría 55 - 59 años.

2 comentarios:

  1. Felicidades! Te sigo con interés (y hasta con envidia; tus entradas son muy motivadoras, siempre, siempre. Esta en especial me gustó mucho.

    Saludos!

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  2. Mi buen Gerardo, enhorabuena crack! Muchas felicidades por esa gran competencia, y si, desgraciadamente los ciclos a veces terminan, vaya forma de terminar la tuya en tu equipo, dándoles un podium más. Un abrazo!

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