En el trayecto del hotel hacia Boylston Street, acompañado de mi esposa y mis tres hijos, no pude dejar de sentir nervios. Íbamos todos en silencio y el único que hablaba era el GPS. Pero Saritah pronto empezó con el relajo, como siempre y rompió la tensión. En menos de 30 minutos llegamos a la estación de bomberos en Boylston Street, en donde estaban puestas las barreras que impedían a los vehículos seguir avanzando; me bajé del auto y lo mismo hizo Ruth, mi esposa. Me dio un abrazo y un beso y la emoción hizo crisis. Terminé de abrazar rápidamente a mis hijos y emprendí la caminata de aproximadamente 1 milla hasta la zona de abordaje de los autobuses.
Logré acomodo en uno de los autobuses de más al frente. Todo estaba perfectamente planeado, sin aglomeraciones, sin empujones; prodigio de organización y logística en un evento de 36,000 almas. A las 7:30 en punto, justo como estaba programado, arrancamos rumbo a nuestra reunión con la serpiente de 42 cabezas.
Avancé caminando rumbo a la Villa de los Corredores. Había dos grandes áreas, cada una con una enorme carpa para protegerse del sol, o más bien, para desprotegerse del frío. Elegí un lugar junto a varios corredores y corredoras que descansaban como lagartijas tomando el sol, tirados en el pasto sobre hojas térmicas. Al poco rato el llamado de la naturaleza me hizo levantarme e ir a buscar los sanitarios. ¡Imposible!. Calculé rápidamente unas 100 casetas solamente en la sección en la que había escogido esperar y en todas había una cola de tal vez 50 o más corredores. Parecía que a los 36,000 maratonistas nos habían dado ganas de mear al mismo tiempo. No me quedó más opción que buscar el lugar más protegido de la vista de corredoras para cumplir el obligado ritual, rodeado de otras docenas de corredores (¡y corredoras!) que habían decidido irse por la libre, igual que yo.
A pesar de que se sentía frío, en realidad las condiciones del clima eran las ideales para correr Maratón. Unos 8 grados centígrados a la hora de la salida de mi oleada, sin viento y con un sol esplendoroso que la temperatura ambiente tan benigna hacía que no afectara tanto.
Muy pronto los del micrófono dieron la instrucción a mi oleada (la 2a) de avanzar primero hacia los espacios intermedios y después rumbo a los corrales de salida. Ya me había deshecho de la toalla que hizo las veces de cobija-colchón y me fui quitando paulatinamente y depositando en las bolsas mientras avanzábamos, primero los pants, después el sweater, la camiseta de manga larga, los guantes, la boina, hasta quedar con solamente mi camiseta de dry fit sin mangas y mi short de competencia. La llegada a la línea de salida fue un poco desconcertante, pues al llegar ahí yo esperaba que hiciéramos una pausa, se aglomerara la gente impaciente a la espera que dieran la salida y entonces se escuchara el disparo. Pero no, directamente como íbamos llegando a la línea, íbamos iniciando, sin disparo ni nada. Así, de pronto me encontré corriendo a buen ritmo y entonces lo supe: ¡Estaba ya corriendo Boston Marathon! No se si fui solo yo el que no escuchó el disparo, pero a final de cuentas funcionó perfectamente, pues evitó aglomeraciones y molestias a los corredores.
¡Y allá vamos!. Ya que me cayó el veinte de que la competencia había iniciado para mí, la euforia me invadió. Levanté los brazos y alcancé a gritar algo como "vámonos" o algo así que ya no recuerdo. Había muchísima gente observando, aunque no tanta como en el resto de la ruta, y extendiendo sus manos para chocar palmas con los corredores. Yo me tendí al lado derecho y empecé a chocar five con todos, hasta que poco a poco la emoción fue cediendo, la respiración haciéndose más laboriosa y controlar el ritmo fue siendo la prioridad.
La salida es una bajada pronunciada. Ya estaba advertido de no desbocarme en los primeros kilómetros, en los que la pendiente es a favor y muy empinada, así que trataba de controlar mi ritmo. A pesar de la gran cantidad de corredores, había suficiente espacio para correr cómodamente, sin estorbarse mutuamente con otros y era posible establecer un paso relativamente independiente de los demás.
El plan era hacer un 3:40. La estrategia para lograrlo era correr a 5:00 min/km los primeros 25 kilómetros, hasta Newton, en donde empiezan las subidas y de ahí en adelante, trabajar en función de sensaciones y según respondieran las piernas y las reservas.
Pero era difícil concentrarse. Mi nombre escrito en el frente de mi camiseta, invocaba continuamente los gritos de la gente, que mal-pronunciaban muchísimas veces Yerardou,, Gerarrrrdo, Geraldo, Yerard y casi cada vez una forma diferente. Yo contestaba cada vez que escuchaba mi nombre, con un ¡Yeah!, o un ¡Yes!, o cualquier otro gruñido y eso encendía los gritos del grupo de espectadores. Literalmente, cientos de manos se tendían hacia los corredores y yo no podía evitar chocar palmas con muchos. Con algunos, era tan intensa la palmada que me hacían un poco perder la forma. Pensé varias veces "ya no", pero en la próxima curva, el entusiasmo y la euforia me orillaban nuevamente hasta junto a los cientos de manos y seguía palmeando. Hasta que entendí que la energía gastada en chocar palmas y contestar a los que gritaban mi nombre, era demasiada. Pero no siempre lograba contenerme y no dejarme llevar por el entusiasmo de la gente.
Los primeros 5 kilómetros salieron de acuerdo al plan. El 25:03 fue exacto, a pesar de las dificultades para concentrarme. Y la línea de los 10K llegó a los 50:22. ¡Casi perfecto!. Después de ahí, la ruta se aplana un rato. Por algunos kilómetros, no hay más bajadas pronunciadas y es posible, ahora sí, medir el ritmo de a deveras, en el plano, sin guajes para nadar. Y yo me siento bien, con fuerza, con esa sensación de ligereza que tanto me gusta. Para Boston evité entrenar en pendientes, por la lesión de mi rodilla y esos primeros 10K han sido los primeros en bajada en muchos meses. Y mira que son pronunciadas las bajadas. No es algo que me preocupe, todavía, pero sí se resiente el golpeteo en los cuadriceps, sorprendentemente un poco más en el izquierdo, que es mi lado "sano".
Poco a poco he ido logrando más concentración y el foco es cada vez más hacia emparejar el ritmo. En la bajada la frecuencia de pasos se sentía baja y me preocupaba que estuviera alargando mucho la zancada. Ahora voy corriendo con paso un poquitín más corto, pero más frecuente; y en el plano se siente mejor. Cada vez hay más gente en la ruta. Hay, literalmente y sin exagerar, miles y miles de personas de todas las edades gritando, mostrando carteles de ánimo o chuscos, chocando palmas, ofreciendo fruta, naranja, agua, dulces y animando a los corredores. Cuando veo a algunos pequeñitos extendiendo sus manitas, me inclino un poco para chocarlas, pero ya solo contesto con un "Vamos" o con un "Sí Señor" cuando escucho bien pronunciado mi nombre, señal de que es un compatriota o algún latino el que me grita. Llega el kilómetro 15 en 1:15:45; y el ritmo sigue parejito. Me sigo sintiendo muy bien, la rodilla no es tema y ni la siento y empiezo a fantasear en que tal vez, tal vez pueda atacar el 3:30. Pasando Newton decidiré. O bien, decidirá Boston Marathon.
Después de pasar la marca del kilómetro 16 me empiezo a distraer mucho nuevamente. Empiezo a sentir la euforia de ir a ritmo, en piloto automático y disfrutando de la maravilla que es el apoyo de la gente y vuelvo a mi querencia: chocar five con todo el que me extiende la mano. Hay un tramo en el que la carpeta asfáltica está incompleta en la orilla; parece que reencarpetaron solo una parte y quedó un pequeño borde o especie de escalón de unos 3 centímetros de alto a lo largo de la orilla de la ruta. Voy corriendo como a 1 metro del borde, chocando palmas. De pronto, no se si yo me acerqué demasiado al borde o la línea del borde se mete un poco más hacia el centro de la carretera y quedo con el borde justo abajo de mí. Al dar el paso, el pie izquierdo cae en la parte baja del pequeño escalón, sin problema, pero piso enmedio del borde justo con la mitad del pie derecho. Se dobla mi pie con fuerza hacia adentro y siento como una descarga o toque eléctrico, como si hubiera tocado un cable con corriente. Sentí como el "toque" eléctrico recorrió instantáneamente desde el tobillo hasta la rodilla e inmediatamente después se hizo presente el dolor intenso.
No paré de inmediato, sino que continué con un trote lento, tratando de averiguar si el dolor pasaba y todo quedaba en un susto, pero no. El dolor se hizo cada vez más intenso hasta que tuve que parar por completo. Me senté en la barrera lateral metálica de la carretera, esperando que disminuyera el dolor, pero no fue así. Retomé el trote muy lento, llegué al puesto de abastecimiento del kilómetro 17, saqué de la bolsa de mi short un par de tabletas de Paracetamol y me las tomé. Pero el dolor no cedía. Pensé que no podría terminar la carrera y el desanimo me invadió. Paré nuevamente, decidido a abandonar, pero volví al trote a los pocos segundos y así varias veces. Entonces, desee intensamente poder terminar la carrera, como no recuerdo nunca haber deseado tanto cualquier otra cosa.
Empecé a probar un ritmo un poco más rápido, aún con el dolor que me taladraba el tobillo, desanimado y pensando que todo acabaría muy pronto. Y en eso, ya casi en la marca del kilómetro 18, los alcancé: era el Team Hoyt, trotando lenta pero inexorablemente. Después supe que habían arrancado entre la oleada de las mujeres élite de las 9:30 y la oleada No. 1 de las 10:00 hrs. Me acerqué, toqué en un hombro al Sr. Hoyt y le aplaudí al Junior.
Entonces decidí que no importaba que terminara con el tobillo deshecho, pero que iba a completar la ruta, así fuera empinado, a gatas o arando con el hocico el pavimento. Si estos 2 tipos, con todas sus colosales limitaciones han completado juntos tantos Maratones y Ironmans ¿Iba yo a ser tan puto como para dejar que una torcedura de tobillo me fuera a detener a mí?. Boston y yo nos merecemos otra cosa.
Entonces y por si haber corrido un momento con los Hoyt hubiera sido poca cosa, antes de llegar la marca del kilómetro 20 el ruido y el griterío se hicieron más intensos. Eran las chicas del Colegio Wellesley, que cada año durante muchas décadas, ponen el ingrediente más entusiasta en la ruta del Maratón. Muchas ofrecían la mejilla para que los corredores les plantáramos un beso. "Kiss me, I'm a freshman" o "Kiss me, my boyfriend is not here, is running the Marathon" o "Kiss me, I'm herpes free" y muchos letreros más hacían las veces de propaganda, buscando que los corredores nos detuviéramos a plantarles un beso a alguna de las muchachas. Yo no me pude quedar con las ganas y caí en la tentación de plantarle un beso tronado a una negrita preciosa. Pero ese griterío, ese cariño a su Maratón que estas niñas expresaban a borbotones y ese cariño que le mostraban a toda esta bola de extraños que invadíamos su territorio, tal vez hicieron el milagro.
Milagro de la mente, milagro de Dios, milagro del Paracetamol o simplemente poca gravedad de la lesión, no lo se, pero poco a poco, el dolor fue disminuyendo aunque nunca dejó de ser intenso. No se si fue el Team Hoyt o Wellesley o el intenso deseo de terminar la carrera o todo junto, el caso es que paulatinamente mi ritmo se fue acercando nuevamente a la normalidad. Para la marca del Medio Maratón, nuevamente estaba corriendo a ritmo no muy lejano a los 5:00 min/km.
Del kilómetro 15 al 20, tramo en el que me sucedió el percance, mi tiempo se fue de los 25 minutos que venía promediando cada 5 kilómetros, a más de 29 min. Perdí en ese tramo por lo menos 4 minutos que me hicieron falta cuando la carrera se hizo adulta. Pero ya había pasado el kilómetro 21 y me sentía mucho mejor. El dolor, aunque aún intenso, lo era menos que en primera instancia. Del 20 al 25 hice 26 minutos, y lo mismo del 25 al 30. Todavía un poco lento, pero en parte debido a que ya habían empezado las subidas de Newton. Pero lo más mejor, si tal cosa existe, era que mi zancada era ya (casi) normal, a pesar del méndigo dolor del méndigo tobillo.
No recuerdo exactamente el kilómetro, pero debe haber sido por ahí del 28, antes de las colinas de Newton, cuando alcancé a ver adelante de mí a un corredor muy alto, con el rótulo de España en su espalda. Era Tomás Soria, conocido bloguero español. Me acerqué, nos dimos un apretón de manos pero no hubo oportunidad de más. Fue un gusto saludar a este personaje español.
Solo hasta cuando ya estuve en el hotel noté la gran inflamación en el tobillo y durante la carrera solo sentía una sensación de adormecimiento desde la espinilla hasta el pie. Pero estaba ya en las colinas de Newton y me sentía físicamente muy bien, con el ritmo cardíaco en 125, que es aproximadamente mi 80%. Las subidas no se sentían demasiado pesadas, pero faltaba la más difícil: La Colina Rompecorazones o The Heartbreak Hill, como la nombran los gringos.
Las colinas de Newton son tres. La primera es la más larga y empieza en el kilómetro 25 aproximadamente y me pareció la menos empinada. Me sorprendí ya a mitad de la misma, pues era tal mi entusiasmo por sentir "bien" el tobillo nuevamente, que no me di cabal cuenta cuando empecé a subir. Después viene una bajada muy pronunciada, que me trajo nuevamente a la realidad, pues el dolor en el tobillo que me provocó la pendiente, casi me hace gritar de nuevo. Después viene la segunda subida, más inclinada que la primera, que es como en dos partes, con un pequeño descanso casi a la mitad. Eso me hizo pensar que ya había terminado con las 3 famosas colinas de Newton, cuando en realidad aún faltaba la Rompecorazones. Le dije a un tipo con camiseta alusiva a Canada que iba corriendo a mi lado "That was easy". Pero entonces se apareció la Heartbrake, que sí lo es. Una verdadera Rompecorazones, no tanto por su inclinación, que las hay en México más empinadas, sino porque la toma uno después de casi 5 kilómetros de venir trepando cerro y después de 30 o 32 kilómetros totales de ruta. Pero me sentía maravillosamente bien (salvo por el bendito tobillo, que ya nunca dejaría de doler en toda la ruta), y me di un lujo que después pagué muy caro: subí sin pensar que había futuro, a galope tendido. Al llegar a la cima, quise gritar, pero me contuve y me conformé con acercarme a la banqueta a chocar five con los que ahí estaban. Me vino a la mente la frase que había leído en una crónica de Boston Marathon 2012: "Heartbrake, that's all you've got?"
El acumulado a los 35K es de 3:04. Si logro mantener un ritmo de 5:00 min/km en los 7 kilómetros casi planos que faltan, lograré el ansiado 3:40, clasificatorio para Boston '15. Pero ya no me siento tan fuerte. Después de los 35 empiezo a perder impulso. Inevitablemente y aunque trato de mantener alto el esfuerzo y el ritmo, el Garmin indica pasos más lentos cada vez. Más cálculos matemáticos se generan cada minuto en mi cabeza que en el procesador de una computadora.
El Anuncio Embrujado:
El anuncio de CITGO está al frente. Es un anuncio de los llamados espectaculares, de una empresa petrolera que está por el kilómetro 38, si mal no recuerdo. Me habían dicho que no lo viera. Está en una recta y el anuncio se ve al fondo y es desmotivante correr y correr y nunca llegar frente al anuncio. Yo lo vi de inicio y cuando volví a levantar la mirada, el anuncio ya no estaba.
Los kilómetros 36 y 37 salen todavía decentes a 5:12 y 5:14. Pero el kilómetro 38, el del anuncio embrujado, que es totalmente plano, sale a 5:53. Ya no siento el tobillo lastimado. Es una sensación extraña parecida a como cuando al despertar, se tiene una pierna o un brazo dormido. Intento subir el ritmo lo más que se pueda, pero las piernas no dan mucho más. Se sienten pesadas. Siento que un chango enorme se me trepó en el lomo; y no avanzo, no avanzo como quisiera.
Echo mano de todos mis trucos motivadores. Pienso en mis seres más queridos, los presentes y los ausentes. Dedico mi carrera a los ausentes y trato por todos los medios de revivirme; y de algo sirve, pues el kilómetro 39 me renueva las esperanzas. Sale en un no tan malo 5:21. Pero fue una ligera bajada (el 39) y al aplanarse la ruta otra vez, el 40 sale nuevamente muy lento: 5:55.
Los últimos dos kilómetros fueron una mezcla de euforia y sufrimiento. La multitud ya enorme aquí. Cientos y miles de gentes aglomeradas en las aceras, gritando y apoyando. Estoy a punto de terminar y se supone que deba ir apachurrado, pero voy eufórico. Eufórico pero lento. Juro que intenté con todas mis fuerzas regresar a ritmo, de verdad lo juro, pero fue inútil. Ningún esfuerzo o pensamiento fue suficiente para retomar un ritmo de competencia.
Estoy en Hereford Street, a más o menos un kilómetro de la meta; la vista de una bandera de México extendida en la acera, me reanima y los compatriotas me identifican por mi banderola en el pecho, me gritan mi nombre y me animan. Llego a la esquina con Boylston, doy vuelta a la izquierda... ¡Y allí está la meta!, todavía un poco perdida en la distancia, pero allí está. ¡Y ahora sí!, mi ritmo mejora. Levanto los brazos y me animo yo solo. Estoy en el Olimpo de los Dioses del Maratón: La Meta de Boston Marathon está a la vista.
Pocos metros después de tomar Boylston, reconozco a mi gente del lado derecho. Saritah, la fotógrafa de la familia, que por cierto logró tomas espectaculares, fue la primera en hacer contacto visual. Nuevamente la euforia se desborda a niveles espectaculares. La emoción se acumula, pero diferente que cuando me despedí de ellos temprano en la mañana; ahora siento euforia, alegría, ganas de que esto nunca termine. Veo como me gritan, pero sus gritos se confunden con los de otros cientos de personas y no los oigo; de cualquier forma, respondo igual. Siento ganas de reir y gritar y lo hago varias veces.
Cruzo la meta en 3:46:44. Un mal resultado en relación con el plan de calificar para Boston '15 en 3:40:00, y peor lo es considerando que califiqué para Boston '14 con un 3:32, pero valió la pena. Mil veces valió la pena. Diez mil veces valió la pena.
Después de cruzar la línea final, un corredor adelante de mí se inclina a besar la meta y choco levemente con él. Lo ayudo a levantarse y nos fundimos en un abrazo. Las emociones fueron muchas desde antes de cruzar la línea final, tal vez por eso ahora solo siento una gran alegría, pero ya más controlada. Me detengo un momento y me tambaleo. Un voluntario me abraza y me pregunta si estoy bien. "Just need a second...", respondo. Sigo caminando hasta donde están las medallas. Escojo a la voluntaria más guapa y me le acerco para que me cuelgue mi medalla y poso para las fotos.
Llego a Boston Common cojeando. El dolor del tobillo regresó con más fuerza. Me checo y el pie parece tamal oaxaqueño. Llega mi familia y el momento más emotivo del día tiene lugar en ese parque bostoniano. Las fotos no se hacen esperar. La familia me felicita. Recibo en ese momento una llamada desde México de uno de mis seres más queridos.
Y eso fue Boston Marathon '14. Sin duda, el Maratón más importante que he corrido. Me quedo extraordinariamente feliz con lo vivido en estos 4 o 5 días en Boston, tanto personalmente como en familia, pero no satisfecho. Hubiera querido más; por lo menos el tiempo de 3:40 clasificatorio para Boston '15, ya no digo el sub-3:30 que hubiera sido de mínima decencia. No se si regresaré a Boston en 2015, aunque estoy seguro que lograré clasificar por ahí. Pero sí se que regresaré pronto, tal vez en el '16. Experiencias como Boston Marathon deben vivirse por lo menos una vez en la vida, pero una sola no es suficiente.
La carrera terminó, pero Boston 2014 permanecerá para siempre en mi memoria.
¡Gracias Boston y Hasta la Vista!
Muchas felicidades , acabar con ese pie tiene mucho mérito . Las fotos son geniales pero la que sales con el puño cerrado y mirando a camara es buenísima . Un saludo felicidades .
ResponderEliminarFelicidades por recurrir a la epica para terminarla y con un tiempo muy bueno dado como estabas hace tres o cuatro meses con la incertidumbre de si podrias correrla o no y dada la mala suerte del traspies que te rompio todo.Se ve que alli la gente te lleva en volandas, que maravilla de maraton, de las mejores del mundo, esta claro, asi que te puedes sentir muy afortunado de haber vivido todo eso y una vez siempre es suficiente so ambicioso¡¡¡,jajaja.Se te ve feliz, no me extraña con tanto beso...jajaja.
ResponderEliminarUN abrazo.
Muchas felicidades,para terminar con el tobillo en esa condición, necesitaste un sobre-esfuerzo importante. Una pena haber podido platicar un poco. Quizá en otra ocasión. Un abrazo.
ResponderEliminarMi estimado Gerardo, muchisimas felicidades crack, no cualquiera tienevla dicha de correr la maraton mas vieja del mundo y tu eres un afortunado y un gran guerrero, hace algunos meses estabas en duda y ve, lo hiciste realidad de estar ahi, y para colmo de males el tobillo, pero los de México son de cepa que no, me encataron tus cronicas; eso del expresidente genial, que padre que lo hayas disfrutado, ahora a descansar y regodearse por ya ser parte de la historia de Boston, recibe un afectuoso abrazo mi hermano.
ResponderEliminarEnhorabuena por haber terminado en esas condiciones, pero que cabezotas somos !!! Yo hubiea hecho como tú...si veo que puedo pisar hubiera seguido y como tú me hubiera acercado a dar un beso a alguna animadora ,-)
ResponderEliminarDe vez en cuando pasan estos imprevistos y hay que saber llevarlos.
Si que me gustaría correr algún día en Boston ...
Un abrazo y a descansar !!
Genial crónica, ya casi me sé la carrera de memoria para el año que viene... :) Voy a estirar un poco que casi me siento como si la hubiera corrido... ;)
ResponderEliminarAúpa¡¡
ResponderEliminarAunque con bastante retraso enhorabuena¡¡ Solo viendo como quedó tu maltrecho tobillo, me puedo imaginar lo que debiste de sufrir¡¡
Espero que ya andes recuperado¡¡
Me ha encantado, tremenda lucha con ese tobillo tan mal. Muchas felicidades.
ResponderEliminarSe queda guardadita a la espera de que algún día tenga la oportunidad de estar ahí.
Enhorabuena!!!!
POR TU comentario en el blog de araiz he enlazado a esta tu bitácora y que buenas y bonitas entradas, felicidades por este boston y por los que vengan!
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