Triatlón Querétaro 16

miércoles, 5 de febrero de 2014

Nueva York 1991, el Maratón de México. El Rescate de la Memoria.


En Febrero de 1991, mientras celebraba mi cumpleaños número 34 con mi esposa Ruth y mis hijos Ruth y Gerardo (Sarah no estaba ni en planes aún), tomé la decisión de viajar ese año al Maratón de Nueva York. Aunque tenía ya más de un par de años sin incursionar en la distancia de Filípides, era ya un maratonista experimentado y, aprovechando que un grupo de conocidos del club Lomas Raquet de San Luis Potosí estaban organizando el primer viaje al NYCM de los maratonistas de ese club, me uní a la legión de Potosinos en búsqueda de la gloria en la Gran Manzana.



Nunca imaginé que en ese viaje, iba yo a ser testigo de una de las páginas doradas escritas por los maratonistas mexicanos. 


Si bien en esos años los corredores mexicanos ya acaparaban los primeros lugares de las carreras más prestigiosas en Estados Unidos, los triunfos en los maratones de primerísimo nivel en el mundo eran incipientes. Aparte de los triunfos de Rodolfo Gómez, Alejandro Cruz había ganado Chicago en 1988. Ese mismo año de 91, Maurilio Castillo había ganado Tokio con una muy buena marca para la época, de 2:10:47 y Dionisio Cerón había estado a punto de ganar Rotterdam, al entrar en segundo lugar con un 2:10:02.


El keniano Ibrahim Hussein, que había ganado Boston la primavera de ese año, era el gran favorito para ganar el maratón de Nueva York de 1991. Los aztecas Andrés Espinoza, Isidro Rico y Salvador “El Halcón” García, destacados corredores mexicanos ya consagrados en nuestro país, eran los principales representantes de México.
Un par de años atrás yo había visto a Salvador García triunfar en el Maratón Tangamanga. En esa ocasión, ganó tan fácilmente que en tramos de la carrera iba tarareando y cantando corridos de narcos, muy de moda en ese entonces. Antes de esto, ya había ganado el Maratón de Puebla y algunos otros y había estado participando constantemente en carreras de ruta en Estados Unidos. 



Era un tipo muy excéntrico. El viernes previo al Maratón de Nueva York, nos lo topamos mi esposa y yo en la expo. Iba con una boina al estilo del Che Guevara, zapatos blancos de charol y un traje azul marino ¡de terciopelo! Andaba muy cariñoso con una rubia, que después supe que era europea, no recuerdo de qué país. Muy guapa. Contrastaba notablemente lo sexy de la chica con el look estrafalario del Halcón.



Salvador “El Halcón Tarasco” García, conjuntamente con Andrés Espinoza e Isidro Rico, no eran considerados ni remotamente dentro del grupo de favoritos. Se sabía que, como todos los corredores mexicanos, eran aguerridos, pero no les otorgaban ninguna posibilidad de subirse al podio. Sin embargo, las estrellas en el cielo ya se estaban alineando para que todo fuera diferente y se vislumbraba ya el surgimiento de una gran generación de maratonistas mexicanos, con el ya mencionado triunfo de Maurilio en Tokio y el subcampeonato de Dionisio en Rotterdam en ese año de 1991, e incluso, un día antes del New York City Marathon que se corría ese fin de semana, otros dos mexicanos habían hecho el 1 – 2 en el Marine Corps Marathon en Washington: Carlos Rivas, había sido el triunfador y René Guerrero el segundo lugar. Pero los expertos seguían considerando a los corredores de siempre como los más probables triunfadores en la Gran Manzana.


La madrugada del domingo, día del Maratón, finalmente llegó. Sonó mi despertador a las 3:30 AM, desayuné y completé todo el ritual de preparación para la carrera. Había esperado con tremenda ansia ese momento durante todo el año. Desafortunadamente, no llegaba en óptimas condiciones; había tenido que estar trabajando un par de meses en la Ciudad de México, yendo y viniendo todos los fines de semana. No había podido darle gran consistencia a mi programa de entrenamiento. A pesar de ello, me sentía con preparación suficiente para fijarme un objetivo de tiempo de 3:00 horas, que en aquella época era bastante alcanzable para mí.

Ya formado en mi corral correspondiente, hice lo que todo mundo hacía: me quité mi sudadera y pants y los tiré a la orilla de la calle. El cañonazo de salida se escuchó como tal: como un tremendo cañonazo que me removió todas las entrañas, tanto por el sonido estruendoso como por la emoción del inicio de la carrera. Imposible correr a ritmo los primeros tramos. En el puente Verrazano la emoción me sobrecogió increíblemente. No era época aún de las cámaras digitales, pero hubiera dado cualquier cosa por haber podido capturar en una foto las imágenes de ese momento. Poco a poco se fue abriendo la multitud de corredores y fue posible tomar un ritmo más decente.



En la punta de la carrera, muy pronto empezaron a dar color los contendientes que tenían posibilidades de triunfo, pero fue hasta después de la mitad de la carrera, al cruzar el puente de Queensboro, donde el pelotón se redujo a solo 3 contendientes, dentro de los que estaban dos mexicanos. El gran Halcón García iba en la pelea. También el chaparrito Andrés Espinoza se mantenía en la punta y, además de los dos mexicanos, solo el gran favorito Ibrahim Hussein se mantenía con vida. Otro gran favorito, Juma Ikangaa de Tanzania, no había soportado el paso y se había quedado rezagado.


Al llegar a la mitad de la carrera y ver la marca de la milla 13, yo me seguía sintiendo perfectamente bien. El paso que llevaba había tenido que ser más lento que el planeado, principalmente porque no se podía correr libremente por tanta gente, pues yo no estaba acostumbrado a carreras multitudinarias, pero también por las exigencias de la ruta, la extrema dificultad de los putos puentes y el clima, que tampoco ayudaba. Por otra parte, mi ánimo era fabuloso y la euforia cada vez se iba apoderando de mí, en parte por la gran cantidad de mexicanos en las calles, que gritaban y gritaban muy emocionados, pues adelante iban dos mexicanos lidereando la carrera, lo que nos dejaba a la paisanada tremendamente emocionada para cuando los de más atrás pasábamos. Al llegar a la First Avenue, por ahí de la milla 16, la gritería era ensordecedora y lo digo sin exagerar. Muchísimos mexicanos, muchos más que en el resto del trayecto, gritando, echando porras y animando a los corredores que identificaban como compatriotas; y como yo llevaba una camiseta y short en con los colores patrios y la leyenda de “México” en el pecho y en la espalda, toda la chicanada me gritaba muchísimo. La emoción era extraordinaria. Hubo momentos en que el nudo en la garganta casi se convirtió en más que eso, verdaderamente. Fue una emoción extraordinaria, sobre todo en ese tramo, pero también en casi toda la ruta. Normalmente en la salida y principalmente en la llegada de competencias importantes, las emociones se nos agolpan a los corredores, pero nunca como en esa ocasión he sentido tal emoción durante el trayecto de una carrera.


Alrededor del kilómetro 30, El Halcón García empezó a acelerar ligeramente. Poco a poco se fue despegando de los otros dos corredores punteros; al final, Hussein comentó que había pensado que el movimiento del Halcón era solo para probarlo y que lo podría alcanzar poco después, una vez que el Halcón regresara a su ritmo anterior. Nuestro otro compatriota, Andrés Espinoza por su parte, también comentó al final el movimiento del Halcón. Dijo que él sabía que Salvador García no estaba blofeando, que venía muy fuerte y que el jalón que estaba dando era definitivo, así que se concentró en darle la batalla a Hussein y dejar ir al Halcón hacia la victoria.


Al final, Salvador “El Halcón” García entró primero a la meta, con un tiempazo para aquella época, de 2:09:28. Por su parte, Andrés Espinoza entró en segundo lugar, con 2:10:00 e Ibrahim Hussein terminó tercero con 2:11:07. Fue una tremenda demostración del poderío de los maratonistas mexicanos y de cómo toda una generación de grandes atletas de nuestro país estaban irrumpiendo en la élite mundial del maratón. A partir de ahí, los triunfos mexicanos continuaron por varios años.



Ya dentro de Central Park, el ruido y los gritos no disminuyeron y la emoción en mí seguía creciendo hasta desbordarse. Desde la primera vez que alcancé a ver la meta logré distinguir el tablero con el tiempo. Faltaban tal vez unos 100 metros cuando alcancé a escuchar a mi esposa, gritándome tal vez más emocionada de lo que yo iba ya en ese momento. Es la única ocasión (De verdad, no ha habido otra; cursi no soy), en la que las lágrimas de cocodrilo se me salieron al llegar a la meta. Mi tiempo de 3:08:19, muy malo para mis expectativas y para mis estándares de aquellos años, fue lo de menos. 


En el área de recuperación, identifiqué a otros corredores mexicanos y a sus familiares o amigos. La euforia por el triunfo de los dos mexicanos era grande. Todo mundo estaba muy emocionado por ello y se organizaban porras a México; un ambiente muy bonito y que no he vuelto a vivir en ninguna otra ocasión en una carrera. Después de una tortuosa y agonizante caminata hacia el punto de reunión acordado en Columbus Circle, llegué a donde mi esposa y fue ese también un momento muy emotivo e inolvidable. Un par de horas después de mi llegada a la meta logramos reagruparnos el contingente de club Raquet de San Luis Potosí con los que iba e igualmente todos estaban eufóricos tanto por la carrera como por el triunfo de nuestros compatriotas. Nos fuimos al hotel y ese fue el final de la más grande aventura de maratón que he vivido.

5 comentarios:

  1. No me imagino lo que debe ser correr en una maratón así , gestionar todas esas sensaciones no debe ser fácil. A veces en algún entreno , me imagino cruzando la línea de llegada y ya se me ponen los ojos llorosos .
    Es bueno recordar esos grandes momentos vividos.
    Un saludo

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  2. Mi estimado Gerardo, me encantado este post, al irlo leyendo, me emocione bastante y que decir de los mexicanos, grandes corredores de antaño, pero lo mas padre es que nosotros sin querer tambien somos parte de su historia, muchas felicidades crack!

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  3. Muy emocionante Gerardo. Sabía que en Méjico tenías grandes maratonianos, pero no sabía que tantos. Un saludo

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  4. Gerardo que gran experiencia, este tipo de crónicas e historias de vida son las que hacen que a quienes las leemos nos motiven para seguir en este mundo del correr. Te felicito por tan emotiva crónica pero sobretodo por compartirla tan amablemente, me declaro tu fan.

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  5. TAL VEZ TU NARRACION , MUY BUENA POR CIERTO , CORRESPONDE A OTRO TIEMPO ( en meses ) DEBIDO A QUE ESTE MARATON SUELE HACERSE EN NOVIEMBRE Y NO EN FEBRERO COMO ALCANCE A ENTENDER , DE CUALQUIER MANERA FUE MUY GRATIFICANTE ESA VICTORIA PARA LOS MEXICANOS....

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