Triatlón Querétaro 16

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El Maratón de Nueva York que no pudo ser...


Después de que me enteré de la cancelación del Maratón el viernes justo al aterrizar en Nueva York, el ánimo se me fue a los suelos. Mientras esperábamos el taxi para llegar al hotel, muchos otros corredores hacían comentarios mayoritariamente en contra de los organizadores y el infinito enojo y desanimo eran generalizados. Debido a la emergencia, los taxis del aeropuerto tenían que ser compartidos con al menos 3 pasajeros. A nosotros (mi esposa y yo), nos tocó con una chica corredora de tal vez 26 o 28 años, originaria de Londres, pero que tenía ya algún tiempo viviendo en Canadá, y un hindú barbón con turbante y todo que no pronunció palabra en todo el trayecto. Mientras íbamos rumbo al hotel del hindú, la inglesita me preguntó el tiempo que esperaba hacer en el maratón si se hubiera corrido y cuando le dije que mi objetivo eran 3:25 hrs, se sorprendió muchísimo y me empezó a preguntar cuánta distancia entrenaba, a qué ritmos, etc. Ella esperaba correr en el rango de las 4:15 horas, y NYCM12 iba a ser su 1er Maratón; se había estado preparando por más de 10 meses para esta carrera. Por supuesto que estaba sumamente enojada por la cancelación y cuando la plática tocó ese tema, los ojos se le llenaron de lágrimas.

Llegamos al hotel y nos instalamos pero por la hora, ya no alcancé a ir a la Expo el mismo viernes, a pesar de que el comentario de todos los corredores que veníamos en el vuelo fue que de inmediato fuéramos, para ver que noticias de primera mano tenían ahí. Al poco rato recibí una llamada de un amigo de SLP, diciéndome que nos viéramos al día siguiente a la entrada de Central Park para correr unos 10 kilómetros.

Muy temprano el sábado, me encontré con mi amigo en Central Park, como habíamos acordado el día anterior. El ánimo seguía de la patada y para acabarla de amolar, me doy cuenta que se me había olvidado mi cámara. Le pregunto a mi amigo “trajiste tu cámara y me contesta: chin… se me olvidó” O sea, mal y de malas; empezamos a trotar unos 2 kilómetros por la periferia del parque, como calentamiento previo y entonces empezamos a meter candela, a ritmo muy fuerte para nosotros; no había tantos corredores ese día y mi amigo y yo íbamos corriendo a muy buen paso, tratando de sostenerlo en las subidas de Central Park, que no son para nada peritas en dulce, a pesar de que NY está, obviamente, a nivel del mar. Terminamos en 33:36 los 8 kilómetros después del calentamiento. La verdad sí me extralimité un poco, pues el ritmo fue demasiado rápido, sobre todo si esperaba correr larga distancia al día siguiente. Y esa era la idea: Justo cuando terminamos de correr en la glorietita de Columbus Circle, a la entrada del parque, estaba un grupo como de unos 30 corredores mexicanos. Inconfundibles, a pesar de que no había banderas ni nada ese día, pero con vernos la cara de gañanes, de inmediato nos reconocimos. Además, había muchas caras conocidas de carreras en México. Nos acercamos y nos dijeron que al día siguiente se correría el “New York City NO Marathon”. Así lo habían bautizado. Se darían 1, 2 o 3 vueltas de 10 kilómetros al Parque o los que quisieran, podrían correr la distancia completa. Cada quién tendría que llevar su abastecimiento y sería una carrera de convivencia en la que cada corredor o grupo de corredores decidiría la distancia a recorrer. Desde ese momento yo decidí que solo correría 30 kilómetros. Le dije a alguno de los corredores “Ni que estuviera loco para correr los 42”.

Estuvimos ahí en Coumbus Circle con el grupo de mexicanos un buen rato. De repente llegaban grupos de las más diversas nacionalidades, chocaban cinco y se iban. Había daneses, franceses, japoneses y de todos los orígenes que se puedan imaginar, a pesar de que a esa hora del sábado, ya casi a las 10 de la mañana, no había tanta gente en el parque. El grupo de mexicas se empezó a retirar, pero yo tenía que esperar a que llegara mi esposa. Cuando llegó (también sin cámara, para acabarla de fregar), el grupo de Plaza Maratones que fue el que me vendió el paquete, se retiró en conjunto, cantando el cielito lindo. Y ahí vamos todo el grupo como de 10 o 15 corredores y familiares, de regreso a Times Square, cantando el cielito lindo. Después del golpe anímico del día anterior, con la corrida y el relajo entre los mexicanos, todos empezamos a ver las cosas con un poco más de optimismo.

Después de un buen baño, me fui a recoger mi paquete a la Expo. Había bastante gente, pero no demasiada; todo el grandísimo stand de Asics, que era como mas de una cuarta parte o hasta una tercera parte de la expo, estaba al 50% de descuento. Todo parecía normal, los corredores recogiendo su paquete como si al día siguiente se fuera a correr normalmente, pero sí se sentía un ambiente de desanimo, más callado y reservado que de costumbre, no como en otros maratones en donde sientes la hormiguita de que al día siguiente vas a la aventura. Me entregaron invitaciones para correr Dublin, Fukuoka, Toronto y varios maratones más. Todos los que me iban entregando los folletos de invitación, invariablemente decían “este sí que no se va a cancelar”. La expo en general no me pareció la octava maravilla. Muy extensa pero algo congestionada, y en gran medida acaparada por Asics. De Nike ni sus luces. No vi nada extraordinariamente interesante que no hubiera visto en otras expos.

El resto del día lo dedicamos a caminar por el centro de la Ciudad mi esposa y yo. Nos fuimos a comer mariscos (¿y la carga de carbohidratos, apá?) a un restaurant por la 7ª calle y la 49ª avenida. Me atasqué de ostras y camarones y de ahí a caminar y caminar. Estuvimos en el Rockefeller Center, en el Met (museo metropolitano) y anduvimos vagabundeando por Broadway Avenue. Al final del día, después de una cena ahora sí de pasta, llegamos finalmente al hotel. La verdad, sí llegué muuuy cansado tanto de la caminada como de la carrera a todo lo que daba que había hecho en la mañana, pero como “solamente” iba a correr 30 kilómetros al día siguiente, pues ni me preocupé. En mi cuarto ya habían deslizado por debajo de la puerta una invitación oficial de Plaza Maratones para correr al día siguiente a las 9 de la mañana el New York City NO Marathon en Central Park.

El domingo llegué pasaditas de las 8:00 a Columbus Circle en Central Park. Ahora sí había más mexicanos y ahora sí, casi todos con sus playeras alusivas a México o envueltos en banderas a lo Niño Héroe. Si el día anterior el ambiente era festivo, a pesar de todo, el domingo lo era aún más.

 

Estábamos junto a un grupo de Daneses que hablaban gritando. Había nuevamente muchísimos franceses y todos con la misma camiseta, también había grupos de chilenos, italianos cualquier nacionalidad que se imaginen. Chinos, españoles, catalanes, indonesios, ecuatorianos, peruanos, guatemaltecos, brasileños, argentinos, sudafricanos, suizos, venezolanos, húngaros, alemanes, irlandeses, colombianos, noruegos, dominicanos, etc., etc., etc.

A las 9:00 en punto salimos el grupo de mexicanos de Columbus Circle hacia el circuito interior del parque y empezamos a correr. Al mismo tiempo, una avalancha humana de (casi) todas las nacionalidades del mundo hizo lo mismo y en pocos minutos ya íbamos totalmente apretados, medio trotando, medio corriendo, medio caminando, por tantísima gente tratando al mismo tiempo de avanzar. Pocas carreras o NO carreras he visto con tanta gente, así que fue sumamente sorprendente ver a tantos miles de corredores reunidos espontáneamente en Central Park. Al día siguiente, en las noticias hablaban de que habíamos sido unos 35 mil corredores en Central Park el domingo. Los mexicanos, como siempre, en bola y echando relajo. Una bandera mexicana enorme al frente, que algunos corredores se turnaban para llevar unos cuantos metros cada quién, pues pesaba bastante. Los franceses eran el contingente más numeroso de todos, sin duda. Un francés se acercó, por supuesto haciendo gala de su aroma no precisamente a rosas (¡pa’ su mecha!!!) y pidió llevar la bandera mexicana por un momento, en un buen gesto de solidaridad. No faltaron los gritos de “aguas, se la va a robar” o “acuérdense de Puebla, franceses hijos de su %&?#$&”. Poco a poco se fue abriendo la multitud y fuimos corriendo un poco más cómodos, pero de cualquier forma, no pasábamos de 5:40 o 5:50 min/km. El flujo de corredores iba en sentido opuesto a las manecillas del reloj y también en sentido opuesto a la ruta original del maratón; faltando un medio kilómetro para completar la primera vuelta, llegamos a la meta y… qué falta de sensibilidad, ¿qué clase de gente organiza este maratón? Estaba bloqueado el paso por la meta. A los organizadores no se les ocurrió que sería un buen detalle dejar cruzar la meta a los miles de corredores que espontáneamente estaban corriendo ese día; bloquearon la meta y había que dar un pequeño rodeo para salir al otro lado. Una más, cortesía de los organizadores y su lideresa ¡Qué tipos!.

Muchos corredores dejaron de correr al completar la primera vuelta y aunque se iban incorporando más corredores, ya en la segunda vuelta ya era mucho menos gente corriendo. Mucha gente iba corriendo en grupos con los de su país. Los gritos de apoyo de un contingente a otro se escuchaban a cada momento y había muchos momentos que hacían que se pusiera la piel chinita y se me hiciera un nudo en la garganta, tanto por la gente corriendo como por la gente que observaba y animaba o les daba agua o cualquier otra cosa a los corredores pero sobre todo, lo que hacía que la emoción se elevara eran los gritos de apoyo de otros países hacia México y viceversa. Era un ambiente de camaradería y de solidaridad increíble. Yo llevaba una banderita de México en el pecho y eso hacía que constantemente me gritaran “Mecsicouuuu” o “viva México” o “keep going México”, etc., etc. Cada vez que lo escuchaba, los cachetes y las orejas me ardían de la emoción y el nido en la garganta se volvía a hacer.

Ya la segunda vuelta sí fue a mi paso de Maratón, aproximadamente. Completé 20 kilómetros, di media vuelta y empecé a correr la tercera vuelta en contra del flujo de la mayoría de los corredores, lo que se podía hacer por el carril de las bicicletas sin tanto problema de ir tropezando con los corredores que venían en sentido inverso y que eran la inmensa mayoría. Correr en sentido contrario me dio la oportunidad de observar a muchísima más gente de muchísimas más nacionalidades y al mismo tiempo, de dar y recibir gritos de apoyo en varios idiomas.

Inevitablemente, cuando faltaban unos cuántos kilómetros para completar la 3ª vuelta, empecé a pensar que esos eran los últimos minutos de mi NO Maratón de Nueva York. Pasó por mi mente hacer una 4ª vuelta para completar 40 kilómetros, pero la idea de tener que caminar ese día toda la tarde por Nueva York para seguir turisteando en la ciudad, con el cansancio en las piernas resultante de esos 40 kilómetros, me hizo cambiar de idea. De cualquier forma, en esos últimos kilómetros pensaba en todo lo que había sucedido y culminado ese día. El sueño largamente acariciado de volver a correr Nueva York, la planeación de todo un año alrededor del evento, la preparación para la carrera no realizada, las ilusiones de hacer un muy buen tiempo ¿habían valido la pena? Definitivamente que la experiencia de correr este NO Maratón fue única e indudablemente será algo que nunca olvidaré. Como no olvidaré nunca cada uno de los maratones y triatlones que he corrido. Pero la euforia muchas veces nos engaña y nos hace creer que las cosas son mejor de lo que realmente fueron. Correr en Nueva York, así fuera un NO maratón, es extraordinario, pero a pesar de todo, no puedo de dejar de sentir una gran nostalgia por lo que pudo ser y es inevitable dar paso a la realidad de las cosas: No correr el maratón fue una gran decepción, tal vez la mayor en mi vida como corredor; así haya sido maravilloso lo que viví este reciente fin de semana. Un canadiense me dijo en el aeropuerto mientras esperábamos el vuelo de regreso: “Puse millas y millas en mis piernas en el NO maratón, pero no fue suficiente. El coraje y el resentimiento que nos provocó NYCM 2012 solo nos lo sacudiremos con otro maratón”. Y tiene razón. Por más catártico que haya sido correr en Central Park, con miles y miles de corredores de todo el mundo, solo correr otro gran maratón podrá hacerme olvidar lo que no pudo ser: Un gran New York City Marathon 2012.

No tengo claro si algún día regresaré a correr NY. Aparte de que nadie tenemos comprado el futuro, no estoy seguro si algún día le perdonaré a Nueva York no haberme dejado correr su Maratón este domingo. Y no es que sea rencoroso; es solo que hubo muchas cosas que no me gustaron, principalmente de parte de los organizadores, y preferiría no volver a pasar por una decepción ni siquiera parecida. Además, volví a comprobar que la ruta de NY es muy pesada e ir a USA para no hacer un buen tiempo, creo que no vale la pena. En todo caso, Chicago tal vez sea mi próxima aventura en Estados Unidos.

Y mientras al mismo tiempo que corría en Central Park mi mente se ocupaba de pensamientos como los anteriores, llegué al final de la 3ª vuelta y con ello completé los 30 kilómetros que tenía planeados. El tiempo de 2:31:32 en 30 kilómetros (5:04 Min/Km de promedio), más allá de lo irrelevante por ser una carrera de convivencia, fue rápido, considerando que los primeros 10 kilómetros los corrí en casi 1 hora. Quiere decir que mi preparación rindió frutos y de haberse corrido el maratón, muy seguramente habría estado arañando mi objetivo de bajarle a las 3:25.
Después de finalizar mi NO Marathon, empecé a buscar y buscar a mi esposa entre el mar de gente, con un frío congelante y acentuado por la ropa mojada que traía; finalmente la encontré en donde NO habíamos quedado de encontrarnos. Tomamos muchas fotos, nos fuimos al hotel, me di un regaderazo caliente y nos fuimos a tomar un tour por el centro de la ciudad en los autobuses abiertos que dan dicho servicio. Le dimos la vuelta completa a Manhattan, pasando por todos o casi todos los puntos interesantes o emblemáticos de la ciudad; después de eso no quedó mucho más tiempo que para una buena cena de despedida de Nueva York y a hacer maletas para salir muy temprano el lunes a mediodía de regreso rumbo a México.

1 comentario:

  1. Vuelvo a ler tu crónica y me vuelvo a emocionar nomás de imaginar la vibra multiracial que se juntó ese dia de manera espontanea, las calles de Manhatan invitan a enamorarse de la ciudad.

    Me atrevo a pensar que regresas a correrlo una vez que la reconciliación llegue.

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